El psico-terrorismo mediático llevado a niveles estratosféricos

Apocalipsismo Ravelliano

Según Nostradamus, en 1999 habría comenzado el principio del fin. Los mayas pronosticaron que el final de los tiempos será en 2012. Pero para los ravellianos, es decir, la secta de disociados que todavía siguen creyendo en las pendejadas de Alberto Federico Ravell, el mundo se acaba todos los días mientras Chávez sea el Presidente de Venezuela. 

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Terremotos, maremotos, tsunamis, pandemias, escasez de gasolina y alimentos, hambrunas, guerras infernales… Éstas, entre muchas otras plagas bíblicas, son las que presagia Ravell al país en su guerra mediática contra la revolución bolivariana. Especialmente durante las últimas semanas, este tenebroso profeta del desastre ha intensificado su campaña de pánico buscando generar una histeria colectiva entre sus disociados. 

LOS RAVELLIANOS: UNA SECTA ALTAMENTE DESTRUCTIVA 

Actualmente en el planeta pululan las sectas más variopintas y extravagantes que uno pueda imaginar. Desde grupos religiosos que rinden un alegre culto a los extraterrestres –como los raelianos, por ejemplo–, hasta sectas escalofriantes y altamente destructivas al estilo de los davidianos (grupo fundamentalista cristiano que protagonizó un aparente suicidio colectivo en Texas, en 1993, durante un enfrentamiento contra el FBI) o al de “People’s Temple” (otro grupo de integristas apocalípticos estadounidenses que –en 1978, internados en las selvas de La Guayana Esequiba– realizaron por órdenes de su líder, el reverendo James Warren Jones, una masacre donde murieron más de 900 personas, con muchos niños incluidos). 

Las sectas, principalmente las más peligrosas, suelen aplicar una serie de técnicas muy efectivas de lavado cerebral y control mental a sus seguidores. Con el objeto de anular la capacidad crítica de éstos y poderlos manejar como borregos útiles a sus siniestros fines, emplean el adoctrinamiento intensivo, la repetición constante de frases o slogans, la hipermotivación, una profunda exaltación emocional, la fanatización, la neutralización de la racionalidad, la presión grupal, etc. Pero, sobre todo, explotan abusivamente los temores más irracionales de las débiles mentes de sus prosélitos: bien sea atizando el miedo a fuerzas malignas y sobrenaturales en la mentalidad mágico-religiosa o el pavor hacia algún imaginario enemigo de naturaleza más terrenal (como el “castro-comunismo” que tanto asusta a la mentalidad pueril y pequeñoburguesa de un sector de la clase media venezolana). 

Globovisión, además de ser un partido político mediático, también se podría catalogar como una secta mediática y psicoterrorista. El canal de La Florida es un arma de dominio al servicio de los intereses de la burguesía apátrida, para alienar, controlar y usar como fuerzas de choques a sectores de la clase media (la gente de la “Sociedad Sambil”) y a algunas personas, de los estratos socioeconómicos con menor poder adquisitivo, que carecen de conciencia de clase (el “lumpen-proletariado”). 

El fascista Ravell, mediante técnicas goebelianas de propaganda “negra” y control mental, ha logrado llevar hasta el más profundo paroxismo de la “disociación psicótica” a un amplio grupo del oposicionismo venezolano. Es a los elementos de este rebaño de disociados a quienes denomino “ravellianos”. 

Los ravellianos ven al mundo a través de la pantalla de Globovisión. Para ellos no hay otra realidad más que la señalada por las matrices de opinión que impone Ravell. Él, Alberto Federico Ravell, es su profeta, su gurú. Los pobres ravellianos aprendieron a odiar con fervor todo lo que vulnere los intereses egoístas de su amo espiritual. Lo siguen incondicionalmente, así los dirija al matadero, como es costumbre en muchas sectas.

Los ravellianos son incapaces de pensar por sí mismos, sin embargo, se creen la “clase pensante”, el “pueblo escogido”, la “raza superior”.  

Mientras los ravellianos son sometidos despiadadamente al pánico hacia terribles escenarios que podrían acontecer en algún futuro imaginario que nunca termina de llegar (terremotos, pandemias, “castro-comunismo-come-niños”) o a extenuantes marchas donde son empleados como carne de cañón, su líder Ravell obtiene pingües beneficios económicos del financiamiento que le otorgan los conspiradores contrarrevolucionarios y, en sus ratos privados, se burla con profundo desprecio de sus serviles disociados. 

UN PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA MÁS GRAVE QUE MUCHOS VIRUS 

La disociación psicótica causada por la manipulación mediática es un trastorno de salud mental que puede ser tan (o incluso muchísimo más) mortal que las peores epidemias que actualmente amenazan a la humanidad. Recordemos el caso del genocidio de Ruanda, en 1994, en donde más de 800.000 personas fueron asesinadas como consecuencia del odio que fomentaron algunos medios de comunicación masiva. O, más cercano a nosotros en tiempo y lugar, el golpe de Estado en abril de 2002, que costó la vida a muchos venezolanos, fue también producto del manejo inescrupuloso de los medios de comunicación derechistas. 

Este problema debe ser abordado como una emergencia de salud pública. Los especialistas en psiquiatría sabrán como tratar los casos de disociación psicótica. Y con respecto a los culpables, entre ellos Ravell, deben ser juzgados por crímenes de lesa humanidad, tal como fueron juzgados y condenados los responsables del ya mencionado genocidio ruandés. 

fdrcnt@gmail.com



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Freddy Nieto


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