La dinámica de la comunicación comunitaria, su producción y programación es una suma de dialécticas sociales que la caracterizan particularmente opuesta y distinta a la radiodifusión mercantil vertical cuyo fin último es utilizar todos los instrumentos y métodos de la información para obtener beneficios económicos con el propósito de enriquecer al dueño de esa empresa.
Caracas es una de las ciudades con mayor número de emisoras comunitarias en el país con o sin habilitaciones administrativas, algunas con más de diez años de experiencia enriquecedora que hoy pueden dar cuenta de sus prácticas sociales trascendentales y ser paradigma de lo que es o no una nueva comunicación en la que la socialización de sus recursos comunicativos se pone a prueba en esto de darle la voz al pueblo o en términos políticos de darle poder al pueblo para expresarse por si mismo y no a través de la junta directiva de una fundación que administra la emisora.
A los venezolanos que aspiramos a consolidar ese nuevo mapa comunicacional en esta país de millones de rostros diversos y que todavía esperamos se amplíen las frecuencias hacia la comunicación comunitaria, pero más allá de lo tecnológico, jurídico y financiero están las deficiencias ideológicas y la falta de contenido sobre los propósitos de tener una comunicación verdaderamente socialista, que es nada más que la integración de las comunidades en el hecho comunicacional con su enorme carga de talento popular e incluso con un lenguaje propio que es definitivamente darle la voz al pueblo para que se exprese libremente y se consolide la democratización del espectro radioeléctrico y la verdadera libertad de expresión
La legislación y el estado de derecho obliga al Estado a promover la comunicación comunitaria como expresión del poder popular, pero en la experiencia práctica sabemos que hay sectores oposicionistas y seudorevolucionarios que se infiltran en la comunidades con el caramelo de las “redes vecinales”, con discursos demagógicos mostrando “logros” como las “escuelas modelos” de la Vega que no son más que la punta de la flecha envenenada de peligrosa y engañosa procedencia, que contienen nada más que la intensión de estructurar una maquinaria politiquera para fines electorales y por supuesto para la desintegración de las bases revolucionarias.
Las comunidades saben y los reconocen por ello la responsabilidad de la dirigencia local de realizar debates sobre estos temas, desenmascarando a los infiltrados, desarrollando programas de formación política-ideológica y capacitación técnica, permitiendo el desarrollo de la capacidad creadora del pueblo para desdoblar los vicios y malos hábitos que por años la comunicación privada nos ha enseñado.
Las comunidades deben tomar la iniciativa para construir de manera productiva sus propias estructuras objetivas y subjetivas a través de los Consejos Comunales sin esperar que extraños “líderes de lumbrera y pensamiento” venga a decirles lo que tienen que hacer porque nadie mejor que la comunidad conoce sus propios problemas. Allí está el valor del Gobierno Bolivariano cuando reconoce la capacidad e iniciativa de las comunidades para darse sus propios espacios para crear y para hacer acompañamiento oportuno en los proyectos que estas emprendan.
Es allí donde los medios comunitarios tienen su mejor protagonismo, especialmente en tiempos de vientos de ofensiva revolucionaria, de la descolonización del pensamiento porque son recursos para el reconocimiento local y porque son los mejores instrumentos para transmisión de saberes y conocimientos pero sobre todo para el reconocimiento de los valores culturales, históricos y cotidianos de la comunidad, que forma parte del proceso de afianzamiento de la soberanía nacional como planteamiento central de la Revolución Bolivariana.