Aparecen en Ministerios como asesores, expertos o funcionarios: insignias que adornan una maquinaria trasnacional a veces de contratistas, saqueadores y lobistas. Su modalidad teatral “impecable” alcanza visos inmaculados cuando aparecen en Aló Presidente y Chávez les pregunta cómo se llaman. Se eternizan en élites sindicales, públicas y diplomáticas y en toda la gama oficial; nunca olvidan sus cesta tiques para hidratar la autoestima. Las gobernaciones, las alcaldías y Fundaciones son guaridas donde “amasan”. Salen y entran y de pronto desaparecen hasta nunca más volver. Un rico de nueva ola, tras una intensa reunión de trabajo en su despacho blindado de rostros de Bolívar y el Che Guevara, un afiche de Chávez y uno que otro souvenir de la Sierra Maestra, se despide del portero extendiéndole un billete de cien bolos.
“Toma, Varón, esos cardenalitos”. Típico hombre nuevo, pero rico y bellaco. Bolioligarca que no le tiembla nada.
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