por volver.”
No fue Ramos Allup, ni tampoco Julio Borges, quienes escribieron, aunque parece que el poeta se hubiese en ellos inspirado, lo de:
“Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido iguales
a luces en el día.
No fue ninguno de ellos. Sin decir nada ofensivo o quizás hasta mezquino, es suficiente advertir que es una cita de parte de un poema de Jorge Luis Borges. La gente toda sabe bien qué decir en este caso. No es necesario más nada.
Pero si es obvio que el clamor opositor por la ausencia de Chávez, el deseo inmenso de tenerle cerca para que diga y haga, son delirantes. ¿Para qué vivir, si de quién nos valemos para dejar constancia de ello está ausente? Pensar además, que se ha hecho el loco y metido en un mutismo que no sabemos de cuál forma vivir.
Tenemos derecho a saber cuándo viene, si en aquel lugar se enamoró de alguien, si su discurso y gestos habituales que nos dan cuerda y vida placentera, los esparrama en otros lados.
A Miguel Ángel Rodríguez, la ausencia despierta despechos constitucionales. Tanto que no saber de Chávez, preferentemente que esté muy grave o más allá que de acá, es un atropello constitucional nunca antes consumado y visto.
Más que a nadie, a nosotros, estimula ese discurso. Más que a nadie su ausencia nos plena de soledades y un vacío densamente oscuro rellena el cerebro.
En verdad, son vanos los lugares, donde los tres muchachos de la MUD buscan la palabra de Chávez para algo decir; y nada, como si la tierra cubana se lo hubiese tragado. Mudos nos podemos quedar si él no regresa. ¿Qué hacer con este enorme odio, sin discurso, porque callas y si callas, aunque presentes estés, estás ausente?
El peligro que corremos, dicen ellos, con verdadera angustia, es que lo vuelva a parir repotenciado e inescrutable, para nuestro gusto y simple entender. Por esa actitud inesperada, que es como un romper las reglas y desarrollar la guerra por caminos distintos, vericuetos inexplorados, espacios insondables. Por eso, vanos, sin sentido, como luces en el día.
¿Qué decimos o hacemos, si nada dices ni haces?
Bueno, pensándolo bien, porque nosotros de vez en cuando eso hacemos, no vengas si no quieres, pero habla. Di algo, lo que quieras, porque si enmudeces a voluntad por torturarnos, entonces nosotros también habremos de callar y, entonces, ¿quién se encargaría de meter la pata?
Ahora, viéndolo bien, con razón nunca nos gustó lo de aquel poema de Neruda, uno intuía que había algo más allá del comunismo del poeta:
“Me gustas cuando callas porque estas como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.”
Tu ausencia y ese callar premeditado, nos devolvió al limbo, a ese mismo que el Papa eliminó como para que saliésemos a algo hacer. No nos gusta que calles, ni te alejes tanto tiempo, porque hasta los nuestros, quienes te desean muerto, terminarán por celebrarnos a nosotros el velorio.
Aunque no lo creas, tanta falta nos haces para seguir viviendo, porque el tiempo todo que te hemos escuchado, en nosotros la vida ha tomado sentido; de no ser así, si no regresas pronto, imploraremos con dolor de ausencia, como Jorge Luis Borges:
“¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia?”
Chávez en Cuba, pendiente de las luchas por venir, estoico ante el lamento de sus parásitos, canta por lo bajo con amor y contenida furia, la letra de Vicente Fernández:
“Este amor apasionado, anda todo alborotado
por volver.”
Pero no se lo digas a nadie.
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