Nubarrones capaces de convertir bombillos en cámaras espías, milagro nanotecnológico del régimen que, paradójicamente, tiene a Cuba sumida en la miseria y el atraso. Nubarrones que salen de las sucias chimeneas de las factorías de la distorsión y la mentira donde, durante años, se han elaborado las historias más estrambóticas para tapar verdades tan simples como que ahora la gente puede comer, sí, comer tres veces al día, como Dios manda.
Si bien siempre sentí pena por los consumidores de embustes de falsimedia, también he sentido mucha grima por quienes son capaces de inventar mentiras y lanzarlas por sus micrófonos, pantallas o teclados usando el periodismo como escudo y dejando tras de sí un reguero de derechos pisoteados. Mercenarios de la desinformación… Pensé que estas personas elaboraban concienzuda y coordinadamente sus tramas de mentiras. Les di más crédito del que merecen, ahora se creen que los bombillos espían y que cuando votaron por Rosales lo hicieron convencidos de que era el líder que mejor los representaba y no el idiota que en verdad es. Qué pena descubrir que Rosales en verdad los representa… y qué pena que no les dé pena…
¿Cómo lo supe? Pues el domingo pasado muchos periodistas, opositores todos, tomaron como fuente digna de veracidad a un tuit de Alberto Federico Ravell. ¡Oh periodistas pensantes de este país! ¿En serio creen que se le puede creer a Alberto Federico?
Es verdaderamente preocupante que quienes urden mentiras terminen creyéndolas, que terminen creyendo en el más embustero de sus compañeros de urdimbre. Es terrible que el ejercicio del periodismo haya caído tan bajo: Ya no se verifican fuentes, si la “noticia” sirve a sus propósitos se publica y ya. Si queda en evidencia que la cagaron, pues, hacen lo que siempre hacen, evaden responsabilidades sacando el gastadísimo comodín de “culpechave”, sin una rectificación, sin una disculpa, no para nosotros que los conocemos, sino para sus seguidores, que no sé a qué recurso apelan para seguir creyendo en quienes les han prometido todo tipo de catástrofes que no llegan, y que de tanto mentir se tragaron sus propias mentiras.
La tormenta imperfecta: Un chiste de mi Presi quien, a modo de Enrique Mendoza, sacaba al programa “malísimo” de los Robertos “fuera del aire”, un chiste que ellos no entendieron –porque nunca lo entienden–, los hizo lanzarse de nariz a chapotear en su charquito de miserias para terminar ahogándose en su mar de mentiras.
Y todavía se preguntan: ¿Pero de qué se ríen?
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