El tremendismo en la política hace ya rato dejó de arrojar dividendos electorales. Los tiempos exigen más seriedad, más sinceridad. Sobre todo hoy cuando la gente tiene acceso al Internet, y, por ende, en tiempo real al mundo de los conocimientos, de la información. La gente, por ejemplo, sabe que Leopoldo López y su partido obtuvieron apenas 120 mil votos de un universo electoral nacional de 17 millones.
El tremendismo de El Cordobés, en su época, le fue harto rentable. El pueblo español, cansado de tanta academia en la arena, asistía en masa a sus corridas llenándole las alforjas al “Mataor” español.
Pero en el nuevo escenario de la política venezolana no hay tremendismo que valga. El mensaje tiene que ser creíble, de contenido sólido. No se puede mentir. El venezolano ya no es tan pendejo, tan fácil de engañar como en los tiempos cuartorepublicanos. Las vainas han cambiado. Y la velocidad de esos cambios es tan arrecha que no da tiempo a pensar. Lo que a la una de tarde es bueno, a las siete de la noche, perdió vigencia. Y se los grafico con un ejemplo contundente:
Veamos: En la mañana. Un estudiante de tercer año de bachillerato le pregunto a su profesor de castellano por una norma gramatical y éste le respondió correctamente. A lo que el educando le espetó:
-“Profe cuánto lamento que usted no haya navegado anoche por Internet. Esa norma fue derogada anoche por la Real Academia Española. Tenga Ud. una copia de la nueva norma gramatical”.
Y entonces ante un panorama de cambios tan dinámicos va a venir Leopoldo López con ese pote de humo. Acaso él desconoce que La Canalla Mediática se ha cansado de lanzar potes de humo de todos los calibres en lo que va de la Era Chavista.
Cerrando.
Hace ya cierto tiempo le pregunte a un dirigente campesino:
¿Qué es para usted un líder? Y
el buen hombre me respondió sabiamente me respondió:
“El paso del carbón al diamante”.
Por cierto. Observo cierto parecido en el marketing político de Leopoldo y Maricori. Es más. Parecen hasta hermanos. Los dos creen que publicitarse en unas elecciones es igual a vender sandalias y cremas para las pecas. Son dos candidatos mediáticos hasta las metras. Viven y actúan en función del Massmedia. Piensan que para ganarse al pueblo basta sólo hablar como él y “disfrazarse” con una franelita china y un jean desgastado. Vayan viendo que no hay una vaina más peligrosa en el discurso electoral y político que pecar de auténtico sin serlo. Cuando veo esas cosas recuerdo al insecticida Black Flag Bandera Negra, que le cambiaron el color de la bandera y lo desaparecieron del mercado. Lo mismo le pasó a Flit, marca de la que sólo se salvó” la bomba de echar fli” y boqueando por culpa de los aerosoles. Y en Barcelona hubo un político que toda su vida vistió de traje y corbata y fue diputado y constituyente. Y cuando fue Gobernador de Anzoátegui, alguien le sugirió que botara el traje y la corbata y se vistiera de guayabera, y así lo hizo y más nunca ganó. La última vez que se lanzó al ruedo electoral llegó detrás de la ambulancia.
Dicho en otras palabras. La cuestión no es tratar de ser auténtico sino serlo desde adentro y de verdad verdad. Y eso no se logra con cuñitas y tremenduras discursivas. El carisma y la autenticidad son “defectos” de fábrica. Esa vaina va en la sangre, en las vísceras. Chávez no es carismático ni auténtico porque a él le da la gana. Lo es porque simplemente el nació con esos códigos.
Cuando Maricori se limpio la cara luego de aquel besote en un cachete que le diera una bella morena allí se le salió la clase oligárquica. Y es que entender y aceptar a los pobres cuando se es oligarca no es fácil. El olor del pobre engrincha a los ricos. Si nunca se ha sido pobre. Si nunca se ha sido excluido no se puede entender al pobre. Para entenderlo y sufrirlo hay que venir de las propias entrañas de la pobreza. Hay que haber sido niño en un hogar donde el Niño Jesús pasaba picando caucho ya a los Reyes magos sólo se les veía la batola cuando cruzaban la esquina.
Nadie que no haya sufrido los embates de la pobreza, de la exclusión, de la explotación, de la humillación, puede entender y aceptar a los pobres. En Netzahualcóyotl, del DF mexicano hay calles y barrios enteros con niños que no saben lo que es un helado. Y yo vi en las puertas de las estaciones del metro y de los cines a niños mexicanos vendiendo chicles que la única palabra que conocían era esa, chicle.
La palabra estreno (ponerse una camisa nueva, conducir un carro nuevo, calzarse un par de zapatos nuevos, estrenar nueva casa. Eso sólo existe en la pobreza porque los ricos estrenan todos los días. Para ellos estrenar vainas nuevas no es un acontecimiento como sí lo es para los pelabolas...
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