Antes que todo quiero clarificar: quien quiera caer en las tentaciones de una discusión política sin sentido sobre Leopoldo López que caiga.
En lo particular, considero (y esto lo repetiré odiosamente a lo largo del artículo) que Leopoldo López no significa un peligro político para nadie: mucho menos para el candidato presidencial Hugo Chávez.
En todo caso, el único favorecido políticamente de dicha inhabilitación fue el actual Alcalde Mayor de Caracas y (por cierto) precandidato presidencial Antonio Ledezma, con quien el inhabilitado debería emprender una “sana” polémica.
Y es que lo reitero, pues creo que esto debe ser planteado hasta la saciedad, el joven cuartorepublicano Leopoldo López no representa un obstáculo político para nadie, ni siquiera para el exdiputado copeyano por el Estado Zulia Capriles Radonsky (quien por cierto se está aprovechando de un partido como Primero Justicia, fundado con la plata de PDVSA por la progenitora de López).
Por cierto, tampoco representa un peligro para un político huérfano como Pablo Pérez, más preocupado en buscar apoyo por doquier, que en un inhabilitado político con mucha VOLUNTAD, pero en este momento, poco POPULAR. (tercero en las encuestadoras opositoras)
En todo caso, Leopoldo López, más que una preocupación para alguien, es un ulterior hecho anecdótico para esa MUD que ahora tendrá otro precandidato presidencial más (optando, como el resto de precandidatos “presidenciales”, no a una presidencia, sino a una gobernación o alcaldía).
Qué cosas: Venezuela, único país en el mundo donde la gente se lanza a Presidente con la esperanza de ser gobernador o alcalde.
La pregunta sería entonces ¿Qué representa Leopoldo López para la actual coyuntura política venezolana?
Acaso pecando de sinceridad, considero que en la actualidad Leopoldo López no es nada más y nada menos que un “pote de humo” transnacional, que en realidad nada tiene que ver con el espacio tiempo de la política venezolana.
Se trata pues de un “pote de humo” confeccionado a la medida por Washington a través de la Comisión Interamericana de “Derechos Humanos” (CIDH) para abultar la lista de excusas contra Venezuela, en vista de una posible intervención diplomática, militar, económica, jurídica, o de cualquier otra índole. (No gastemos aquí más tinta de lo debido criticando a una desacreditada CIDH que se hizo de la vista gorda frente a los atentados contra los derechos humanos en los golpes de estado perpetrados en Venezuela y Honduras).
Después de los ataques contra la estatal PDVSA, de poner en duda la libertad religiosa en Venezuela, de plantear que aquí hay trata de mujeres, de decretarnos narcoestado, país sin libertad de expresión, país terrorista, entre otros muchos creativos y fantasiosos ataques; los Estados Unidos ven ahora en Leopoldo López la excusa de excepción para arremeter contra un bárbaro país en el cual, según ellos, no existirían derechos políticos y que hay que intervenir de inmediato.
A esto quedó reducido aquel que fue un prometedor político de la IV República: a un instrumento, excusa, motivo de ataque contra la nación venezolana.
Leopoldo López está destinado por los Estados Unidos a convertirse en uno de los tantos casus belli estadounidenses utilizados para arremeter contra países del sur del mundo.
Espero equivocarme. No por él, sino por nosotros.
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