Acaso nos dirán locos por celebrar el cumpleaños número 59 de alguien que acaba de irse físicamente. Quizá hasta nos califiquen de “atormentados” por celebrar desbordados la luz de la vida en medio de esta tristeza oscura por tu partida súbita. Tal vez también nos llamen “testarudos” por insistir en rescatarte del olvido que trae consigo la muerte.
Sin embargo, no nos resignaremos, ni nos cansaremos, de celebrarte hoy y todos los días del mundo, pues superamos los límites de la vida y la muerte aprendiendo contigo a hacer las cosas. Como lo dijo tu amigo Michel Martelly, te convertiste, ahora que no estás físicamente, en una forma de hacer las cosas: en una forma de hablar, en una particular manera de pensar, en un modo de vivir viviendo. Como también escribió tu poeta Neruda: todo lleva tu nombre, Padre. Las calles del mundo, los hospitales para nuestro pueblo, los niños que nacen y, lo más importante, la política de esta patria.
Por eso celebramos, por esta triste alegría de festejar tus 59 años en nuestras vidas. Muchos aniversarios vendrán y seguiremos cantándote loca y testarudamente, como nos enseñaste: haciendo las cosas y haciéndolas bien.
Pobre de aquel que quiera celebrarte con la embriaguez de la corrupción, ineficiencia o apatía. Te celebraremos cotidianamente nosotros, tus hijos, emulando tus acciones certeras, tu amor, tu justeza y tu magnífica integridad.
Propongo, pues, alegrarnos por tu vida y ahuyentar a cada instante la testaruda muerte con una inspiradora victoria el próximo domingo 8 de diciembre. Me atrevo a invitar desde este día hasta entonces a una fiesta permanente a fuerza de batalla, unidad, y todavía más batalla. Sugiero, en fin, colocar a punta de movilización, despliegue y trabajo un lazo rojo a esa nueva victoria que seguro donde estés te robará una sonrisa.