Ser oposición o morir en el intento

Ser opositor venezolano en tiempos de revolución, es llevar la contraria al gobierno por cualquier circunstancia o razón. Si tu dices negro, él dice blanco, si dices rojo, él dice azul, si sumas otra estrellita, él la resta, si liberas al caballo, él lo frena, si cantas el himno nacional, él lo pita, si ayudas con la pensión, él le quita el marcapasos, si te alegras y cantas, él se enferma y te maldice, si tiendes una escalera en señal de acercamiento, él te asalta la embajada y si quieres a Nicolás, ellos prefieren Chávez. No es fácil lidiar con estos compatriotas únicos en el mundo, por su particular manera de querer a su país, destruyendo cualquier bienestar social o iniciativa en pro de su progreso de todas las clases sociales sin exclusión. Es todo o nada, es capitalismo o barbarie, algunos emigran frustrados buscando el sueño americano, pero otros permanecen como buenos opositores venezolanos, tratando de hacerle la vida de cuadritos a sus mismos coterráneos. Es así como:

El comerciante esconde la comida, la acapara, la remarca y la revende. El empresario, especula pero da trabajo, no paga impuestos, pero al obtener los dólares para importar o exportar, o trae los containers full de chatarra o encarece los bienes y servicios para el consumidor final, o vende las divisas otorgadas en el mercado paralelo, para asegurarse un negoción. El militar corrupto, se encarga de que el contrabando de extracción mine la economía y predomine la escases. La iglesia politizada, mantiene angustiada a la población desde sus pulpitos, y el sermón de los domingos en vez de paz y amor, se ha convertido en el cargador predilecto para las baterías desgastadas de la oposición. Los medios de comunicación, mantienen su guerra sicológica sin pausa y sin compasión sobre el ciudadano común, y su parrilla internacional, a diferencia de otros países orgullosos de su idiosincrasia, exportan una imagen devastadora y apocalíptica de su terruño, la del Alma llanera. El opositor más sencillo, el de a pie, hace lo suyo con su radio bemba en cada cola, en cada espacio donde se sienta sobrado, se regodea de sus sufrimientos o trágica vida cotidiana, y goza con el pánico colectivo alcanzado, terminando el día con una gran sonrisa de triunfalismo, añorando el siguiente, para no perder el hilo de su modesta contribución con la unidad opositora. Así son las cosas…

#Viva Chávez y Viva Maduro.



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Elías Martínez


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