En más de una ocasión pudimos escuchar de boca del Comandante Hugo Chávez Frías que hubiera querido tener en nuestro país y en especial durante su gobierno, una oposición sensata y de nivel con la cual se pudieran discutir de una manera constructiva los grandes problemas del país.
Ha transcurrido el tiempo y a medida que ha ido avanzando la Revolución Bolivariana, que llegó para quedarse, hemos podido observar como el sector que dice representar a la oposición ha ido degradándose y acabando con las oportunidades de triunfo que se le han presentado y ella misma; o mejor dicho sus dirigentes, por su torpeza, no han estado a la altura para interpretar sus avances y sus posibilidades de triunfo otorgadas por el pueblo venezolano.
Si bien es cierto que después de catorce años de la Revolución Bolivariana, una gran mayoría de venezolanos no han logrado entender el verdadero objetivo de la gestión iniciada por el Comandante Chávez y ahora liderada por Nicolás Maduro, para establecer una vía hacia el socialismo; también es cierto, que está situación pudiera deberse a muchos de los errores cometidos por líderes bolivarianos quienes han tenido la responsabilidad de ejercer cargos o puestos de comando en revolución y no han sido lo eficientes o eficaces que deberían ser, por eso el Presidente Maduro ha llamado a hacer la Revolución dentro de la Revolución.
En este sentido, cobra fuerza el nuevo estilo y la manera de dirigir su gobierno, del Presidente Constitucional Nicolás Maduro Moros; quien con un gobierno, denominado “Gobierno de Calle”, ha movilizado al país y despertado la antigua aspiración del parlamentarismo de calle, experiencia vivida por el actual Mandatario cuando estuvo al frente de la Asamblea Nacional.
Una vez concluida la jornada electoral y proclamado por el CNE el nuevo Presidente, legítimo de los venezolanos Nicolás Maduro, pudimos notar como la estrategia de la oposición o crónica de una derrota anunciada por ellos mismos, era algo recurrente. Ya en la misma campaña habían cantado fraude y se preparaban de antemano, para una jornada de saboteo continuo y una política obstruccionista y aventurera.
Por supuesto que los venezolanos no podíamos esperar una conducta diferente, de unos líderes con antecedentes oscuros y golpistas, quienes ahora han evolucionado hacia el fascismo y se han convertido en una obsesión enfermiza; más allá de la manifestada por el candidato Henrique Capriles Radonski, hacia el actual Presidente Nicolás Maduro en la campaña electoral.
Lo peor de la oposición venezolana; sobretodo, la representada por una dirigencia mercenaria y tutelada por el “establishment norteamericano” es que de una manera ciega y torpe, se han opuesto para negar todas las instituciones y las decisiones emanadas del Estado venezolano, lo cual ya ralla en lo inconstitucional.
Su posición defendida en la campaña electoral y la cual no les dio el triunfo esperado es ahora su antítesis. Por ejemplo, antes se oponían a que se otorgaran viviendas a pagos cómodos o gratuitos y ahora si el Gobierno Revolucionario decide llamar a los copropietarios a un pago justo o equitativo, esta medida es negada de plano.
Si el Estado no tomaba medidas extremas para frenar la violencia y ahora decide el Plan “A toda vida Venezuela”, con el ejercito en la calle, la Guardia Nacional y la Policía Bolivariana, eso es negativo para la oposición y si los estudiantes protestan y las autoridades universitarias cierran las casas de estudio, eso ahora es negativo cuando antes, lo estimulaban (con sus manitos blancas).
Si ahora algunos empresarios conscientes se suman a la cruzada por la producción y deciden enfrentar el acaparamiento junto a las instituciones del Estado, eso también les resulta negativo. ¿Quién los entiende?
La metamorfosis de la oposición comenzó en la propia campaña electoral cuando decidieron apoderarse de los símbolos patrios en sus comandos y el candidato perdedor Henrique Capriles Radonski, comenzó a descubrir cualidades y bondades en el Comandante Hugo Chávez Frías.
En definitiva, estamos frente a uno de los fenómenos políticos más atípicos de nuestro país y vividos por otras naciones del mundo. Su retornelo o cantaleta de fraude, guión pautado por sus asesores y sus tutores del Pentágono, se ha hecho ya un discurso sin eco, muy a pesar de estar ahora disfrazados de pueblo.
Su terquedad y arrogancia los ha ido arrinconando ante la opinión pública venezolana e internacional (la prueba fue el rechazo en parlamentos de muchos países latinoamericanos o europeos). Su ceguera política los ha colocado a espaldas del pueblo y hoy los rechaza, por haber buscado el camino de la violencia, abrazado las tesis del fascismo y por negar todo lo que antes defendían. Es decir, han caído vulgarmente en el triste papel de la tesis de: hacer oposición por oposición.
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