Los partidos tradicionales añoran la Venezuela que era como era, donde se podía llegar al poder por llegar al poder, a robar y dejar robar, sin cambiar nada. Donde quien perdía una elección podía esperar su turno en oposición constructiva, o “constructora” como decía Rafael Caldera, quejándose de su partido que vendía votos en el Congreso a cambio de contratos para grandes obras. Sí, pero…
Llegó el Comandante y mandó a parar. Con su primera ley habilitante aprobó los 53 decretos-ley que pusieron en marcha, al mismo tiempo, la revolución del Siglo 21 y el golpe de Estado del 2002. Nunca más se trató de “llegar al poder por llegar al poder” sino de llegar para sacar a Chávez (o a Maduro), derogar leyes sociales, restringir derechos y libertades, restablecer privilegios y monopolios, desmontar las Misiones, privatizar lo privatizable, volver al corral (que ellos llaman regazo) del Imperio. A eso vienen, con sus brillantes espadas, cruces, yelmos y armaduras, los caballeros neoliberales “jinetes de la violencia incandescente de la indiferencia”. Aunque se sepa a lo que vienen, si ganan en buena lid, se les entregará el gobierno, como ocurrió en El Salvador y Nicaragua.
SI, PERO…
Estos nuevos caballeros teutones no van a entrar, si entran, a Vilna, Helsingfors o Goteburgo, sino a la maravillosa, imperfecta y mágica Venezuela bolivariana. Sus acciones producirán reacciones porque la gente no se dejará joder, y de reprimir se tratará entonces. Y “No a mí, sino al Ministro de Defensa, escuchando” diría Heráclito, para reprimir será insuficiente la policía y tendrán que llamar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, cuyos mandos actuales no se prestarán para tal infamia, y deberán ser retirados… y entonces los oficiales, dijo el Ministro “pediremos el apoyo del pueblo, así como nosotros se lo hemos dado a lo largo de este proceso…” Hasta ahí llega la previsión del desarrollo pacífico de los acontecimientos, en un supuesto triunfo electoral opositor.
PATRIA Y PLOMO
De “escenarios no-pacíficos”, como se dice en lenguaje eufemístico neoliberal, a la derecha se les presenta un abanico de hipótesis, cubierto con un mantón de Manila de ofrecimientos, que van desde los consejeros israelíes de Capriles Radonsky hasta los planes gringo-uribistas del separatismo de Táchira y Zulia; con tantas intervenciones directas e indirectas, desde la Cruz Roja hasta los Cascos Azules, que a la oligarquía amarilla se le pondría el caldo morado. No voy a volverme estratega de teclado para decir a quien le iría mejor, militarmente hablando, en esa compleja guerra social: me limito a señalar que 1) Estamos en América Latina y el Caribe, la solidaridad no será palabra vana si se internacionaliza el conflicto. 2) Estamos en un mundo militarmente multipolar, y una segunda Guerra de Independencia desbordaría las fronteras.
La derecha debe preguntarse qué beneficio piensa obtener una vez que la situación “se le vaya de las manos” y quién los protegerá de sus protectores. Venezuela no será el Chile del Caribe. En el salón de los espejos de Imperio, no verán el país que desean y nunca volverá, sino a Kosovo, Irak, Afganistán, Libia y Siria. ¿Están seguros que prefieren un fin horroroso a lo que hoy les parece un horror sin fin?
Cuidado, oposición, con lo que pides. No vaya a ser que lo consigas.