He llevado plomo parejo por algunos artículos que he escrito sobre el ex candidato presidencial perdedor, y han sido publicados por Aporrea. Algunos seguidores de Capriles me envían unos correos llenos de odio. Y yo les respondo lleno de amor. Esa es la diferencia. Pero les juro que no tengo la culpa. El líder de la oposición, hasta ahora, es un alimento para un periodista fracasado, como yo. Aunque afirman por allí que a los músicos, a los peloteros, ni a las mises ni a los políticos fracasados, como Capriles, no lo busca la prensa ni para saludarlos. Eso dicen. Confieso que si por mí fuera no le parara bolas a este señor, pero él se empeña en ser caldo de cultivo para un humilde escribidor de pendejadas, como lo soy.
Resulta que el cementerio está lleno de personajes fracasados. Unos intentaron montar una tienda de cualquier cosa. Algunos soñaron con ser un flamante empresario y pertenecer al organismo cúpula del empresariado venezolano, y se embarcaron en algún proyecto que lucía un como “un tiro al piso”. Otros se esforzaron por llegar a las grandes ligas. Y unos cuantos, como Henrique Capriles, se acostaron, cada noche, pensando en cómo ser presidentes, pero no pudieron. Murieron en el intento. Y no les quedó más remedio que ingresar al cementerio de los fracasados. Eso, lo digo por experiencia. Pero no está mal, ya que de los fracasos se aprende mucho. Es decir, algunos aprenden, otros no aprenden ni a palo limpio.
¿Ustedes no creen que poseo un poquito razón para escribir sobre Capriles? Fíjense que Teodoro Petkoff, el famoso “guerrillero” de la década de los 60, hoy día sentado al lado de quienes defienden al imperio (Y tiene las santas metras de decir que sigue siendo de izquierda), le dijo a Capriles mediocre. No lo señaló directamente. Pero afirmó que el liderazgo de la oposición era mediocre. ¿Y quién es el líder de la oposición? Nada más y nada menos que el gobernador invisible del estado Miranda. Si Petkoff es capaz de afirmar esa cosa, a mí, con mucha más razón, puedo llamarlo además de mediocre, fracasado.
Pero Henrique Capriles no debe molestarse porque Teodoro lo llame mediocre, o porque Rafael Poleo, le diga muchacho malcriado, y mal aprendiz de la política. Y muchos menos si una don nadie, como es María Conchita Alonso, diga de él barbaridades ante un entrevistador como Jaime Bayle. Además, él no está solo en ese cementerio. Son muchos quienes le acompañan, sembrados como un árbol. Y hablando de árbol. A Capriles le pasó algo parecido a esos grandes árboles que crecen muy altos, rápidos y furiosos, pero que sus raíces se esparraman en la superficie, en vez de profundizar en la tierra, bien hondo, y, como es lógico, no pueden sostener a esa estructura tan alta, y ¡posss!, ante un vientecito, se viene abajo. Y en su paso al caer le hace daño a muchos arbustos que aspiran a crecer. Pido, por adelantado, perdón a quienes se ofendan por este trabajo periodístico, incluyendo al propio Capriles, pero les juro que yo no tengo la culpa.