Las fuerzas contrarrevolucionarias venezolanas y mundiales, con el poder imperialista estadounidense a la cabeza, en poco tiempo pasaron del revés electoral en los comicios de alcaldías y gobernaciones al plan desestabilizador en grande, aprovechándose del mal del fondo que afecta al proceso bolivariano y de las indecisión de las fuerzas conductoras frente a imperiosa necesidad de adoptar en firme la vía anti-capitalista y acelerar la socialización.
Retomaron la vía que intentaron instrumentar inmediatamente después de su derrota en las reñidas elecciones presidenciales: la vía de la confrontación violenta, tomando las calles y exhibiendo su rostro neonazi, sin descartar la opción electoral. Capriles Radosky y Leopoldo López son dos caras de una misma moneda.
Victoria insuficiente.
Ciertamente haber contenido en aquella ocasión la sedición con un golpe de masas enrojecidas, ganar a continuación la gran mayoría de las Alcaldías y Gobernaciones y sacar una avalancha de votos a nivel nacional (con un margen muy por encima de las derechas), fue una importante pero insuficiente victoria del PSUV, el POLO PATRIOTICO y el pueblo chavista.
Haberlo hecho en medio de una guerra económica y de un intenso y perverso plan de desestabilización, tuvo todavía un valor mayor. Pero eso no bastaba.
La crisis requería además -tal y como lo expresamos en esa ocasión- radicalizar aun más las medidas contra el gran capital; mucho más de los vulnerables controles y de las limitadas acciones desplegados contra la guerra económica en medio de la pasada campaña electoral.
Los hechos recientes lo confirman. La contra-ofensiva iniciada se apagó y la consecuencia ha sido el rebrote del deterioro económico y el incremento del descontento, usado como caldo de cultivo de la desestabilización en mayor escala y con más violencia.
Urge contra-atacar las raíces de la contra.
Esto indica que es urgente profundizar, radicalizar y expandir las transformaciones anticapitalistas en Venezuela; esto es, expropiar y socializar progresivamente la gran propiedad capitalista y el poder, y subvertir la lógica capitalista todavía preeminente a nivel de Estado y a nivel privado.
Esto implica socializar en forma ascendente lo privado y lo estatal, atacar la corrupción, subvertir la cultura rentista-consumista y desburocratizar los centros estatales de dirección en el marco; todo esto en el marco de una compleja transición donde lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de crecer en grande y desarrollarse.
Esto equivale a atacar las raíces de situación crítica en la que para avanzar sustancialmente, el Estado actual deberá ser progresivamente desmontado para darle paso al poder de la sociedad, tal y como apuntó Chávez en su Aló Presidente Autocrítico (“Golpe de Timón”).
Estoy seguro, que asumidas con vigor la vía anticapitalista, la expansión del poder popular y la democracia directa, éstas erosionarían en mucho mayor grado la base político-electoral de las derechas, que todavía supera el 45% de los votantes y reduciría su creciente poder de movilización de calle empleado para desestabilizar.
Cuando el perro muerde o ladra hay que darle por la cabeza al amo. Y este caso el amo es la burguesía transnacional y local, y la parte corrompida de la burocracia estatal asociada a ellas.
Proceso hacia la revolución que se estanca y aísla, se debilita, retrocede y sucumbe.
Proceso que avanza, profundizándose, radicalizándose a su interior y más allá, resulta muy difícil de derrotar.
Todavía existe la posibilidad de iniciar el Golpe de Timón y revertir el desgaste que alimenta la contrarrevolución, acompañándolo de una ascendente línea de movilización popular-militar que potencie el contra-ataque y disuada al neofascismo. Mañana será tarde.