Hay tres cosas clave que se invocan cuando se dice María Machado: Atraso ideológico, obcecación política y prepotencia de clase.
Atraso ideológico expresado en la defensa a un sistema sostenido en la explotación de los trabajadores y de los pueblos, en la desigualdad y el aprovechamiento de los recursos y el trabajo de las grandes mayorías para beneficio de unos pocos, en la destrucción de nuestro planeta, en la negación de valores patrios y en la genuflexión ante el poder de la metrópolis cuya apoteosis recogió su cara de felicidad al lado del genocida Bush.
Obcecación política afianzada en la inmediatez, en el desconocimiento de la voluntad de las mayorías, en la inmoralidad de los métodos de lucha, en la intolerancia y el irrespeto a las instituciones democráticas. La pretensión irracional de acceder a instancias de poder persuadida de que le corresponden porque sí. Conspiración, impostura, venderle el alma al diablo, odio, caos, “tenemos una chequera más grande”, etc., todo vale.
Y es que al final ocurre que tiene más claro que muchos revolucionarios la estructura de clases de nuestra sociedad y la necesidad del control del Estado para mantener o destruir los privilegios. Por supuesto, su preocupación no es la democracia ni la nacionalidad sino sus intereses y privilegios clasistas. No puede aceptar que gobierne el pueblo porque entiende que la dominación de este país es un derecho que le corresponde a su clase y a sus aliados.
Los escándalos de María Machado se agotan. Su acceso a los escenarios que ha puesto el imperio a su disposición muestran ya un cansancio sin esperanzas: ¡Tantas denuncias sin fundamento, tantas catástrofes inminentes que se disuelven en nuevas predicciones igualmente vacías! El domingo la prensa internacional adelantaba para el lunes un terremoto político: Su asistencia a la fiscalía para rendir declaraciones sobre la última conspiración donde aparece involucrada. Sin embargo, una raquítica presencia de partidarios frente al Ministerio Público testimonió la soledad del atraso, de la obcecación y de la prepotencia.