Es del conocimiento común que se negocia lo que es propiedad del negociante; no lo ajeno; menos un país, cual colono antes del siglo XIX, cuando no existían las naciones, resultado de la independencia de los pueblos, y los territorios no gozaban de una división en el marco de la legalidad.
Algo tan básico como lo anterior, en apariencia, lo desconoce Lorenzo Mendoza, presidente de La Polar, a quien hace unos días, con Ricardo Haussman, economista residenciado en EEUU, se le descubrió una conversación telefónica en la que hablaron de pedir al FMI entre 40 y 50 mil millones de dólares en un supuesto escenario de transición después de las parlamentarias del 06- D. A continuación expongo mi análisis.
Antes que nada, dicha conversa fue a espaldas del pueblo, con la prepotencia de los emperadores que, como se creen dueños de territorios, los mercadean.
Luego, Mendoza pone al descubierto sus planes de desestabilización, cuando se declara "en guerra", personificada en el acaparamiento de los productos de la cesta básica y escasez inducida y así causar las colas, la fórmula del caos.
De igual manera, se evidencia el interés que tiene en Venezuela por su petróleo y reservas energéticas no sólo el Departamento de EEUU, sino el primer mandatario francés Hollande, quien también salió a relucir en el diálogo.
Además de lo anterior, aceptar cualquier ayuda del FMI significa retroceder unos treinta años, regresar al pasado neoliberal de las cuotas balon, a los altos intereses de las tarjetas de crédito, a las viviendas que se compraban en un precio pagándose en otro; y a los pensionados que ganaban el equivalente al 20 % del salario mínimo.
En resumen, las deudas del FMI las paga el venezolano de pié, con intereses e impuestos desorbitantes, poca seguridad social y educación; no estos personajillos que negocian la dignidad de un pueblo.