De entrada: los apátridas tienen el corazón duro y su hígado amargo
Las connotaciones que hasta ahora nos han manejado o vendido a manera de mercancía bibliográfica sobre este inabarcable concepto-el concepto de PATRIA-esas desviadas connotaciones, han ocultado su verdadero significado originario.
En paralelo y en contrario, se cita al respetable historiador Augusto Mijares como autor del sentimiento patrio, según el cual: él afirmó que el patriota verdadero (a) suele recibir una sensación muy intensa que cruza y penetra su ser y mueve hasta sus más blandos tejidos, sus vísceras, sus entrañas. Mijares se refirió-inferimos-a nuestro hígado, glándula intérprete de algunas de nuestras sensaciones anímicas; se refirió, por ejemplo, a los datos o sensaciones que tocan y hacen latir aceleradamente nuestro corazón, que mueven nuestros lacrimales.
Particularmente, venimos definiendo el amor patrio como el amor y cariño perpetuados a nuestros antepasados, a sus cosas, sus historias tan llenas de informaciones, todas muy positivas; amor y cariño inclusivos de familiares, amigos de estos, de sus fieles compañeros de trabajo, los que los acompañaron en su coetáneas luchas, en sus buenas y en sus malas.
Es que, así como sentimos a nuestros más recientes antepasados, la madre, el padre, los tíos y tías, los padrinos y las madrinas, también con ese cariño debemos recordarles sus respectivas y respectivos seres más queridos, por ellos, por sus madres, padres, o sea, abuelos, abuelas; a sus bisabuelos y bisabuelas, a sus tatarabuelos y tatarabuelas, etc., porque, si recordamos a los primeros debemos recordarles, por amor a estos, a sus antepasados mediatos e inmediatos, los de nosotros y los de todos ellos en esa larga cadena genealógica que todos vamos construyendo para nuestros descendientes, y ellos construyeron para nosotros, con inclusión solidaria de parientes y amigos desde los más remotos hasta los más tardíos o de fresco amor social y familiar, porque somos una sociedad, un colectivo.
Por supuesto, para sentir sentimientos cuyas fuentes están lejísimos, sobre personas que posiblemente ni en foto ni retrato los conozcamos, ni de trato ni de comunicación y ni de referencia alguna, ni siquiera de sus nombres de pila porque nuestros abuelos no nos los dijeron, entonces para tener esos sentimientos patrios, decimos, “nuestra capacidad de amar y/o sentir debe ser infinita”.
Corolario: los antipatria carecen de corazón, de hígado, estos órganos con las funciones sociales que también los caracteriza, además de bombear y de ocuparse de nuestra digestión.
Al respecto, los redactores de la Biblia, quizás sin proponérselo, demostraron respeto por la patria de Jesús, de su madre, María, de su padre, José, de su abuelo, Jacobo, etc., etc., etc. En el sentido y definición que estamos planteando, su patria se alargaba hasta 42 y más generaciones, o sea, unos 2M años atrás y más, a.C., contados muy conservadoramente a razón de 50 años/generación. Unos recuerdos de amor filial, de amor patrio, en el sentido más lato que debamos entender la patria.