Y cuentan que el viajero, solo con los arboles altos y olorosos de la plaza lloraba frente a las estatua, que parecía que se movía, como un padre que se le acerca a un hijo. (José Martí)
Sin escrúpulos, con saña y con la mejor sadismo político un tal Henry vomitó un discurso de la más pura estrictina romulera burlándose de la vida, haciéndole guayaquetas a ésta para hacerle un homenaje a la muerte con lo mejor de su verborrea. En fin, ese ha de ser su papel, provocar, provocar y provocar hasta que la paciencia se haga desempleada y el pueblo invoque a sus libertadores nuevamente.
El tal Henry, tiene un huacal de chistes para ridiculizar y ya lo está intentando, sin saber o haciéndose el loco para que no se le vea la costura de adeco entreguista mutilador de tantas libertades, "mutilador de tantas alas".
El tal Henry habló como sabe hacerlo –sólo para él-, con su particular sobredosis de yoismo –¡que Rómulo se la guarde!-. Todo para hacer valer su punto de vista, y no el de más nadie, habló, habló y habló y el tal Henry…no dijo nada. Hizo sus gestos, provocó, saco la lengua siempre con el idiota leiv motiv que escogió como traje semántico "yo voy a decir lo que voy a decir". Al tal Henry no le gusta nada que tenga que ver con Bolívar, no le puede ver los ojos al retrato del libertador y lo manda a sacar de la Asamblea sin darse cuenta que el que está afuera es él. No le mira los ojos al libertador porque sabe que en el fondo de ella se ve al pueblo patriota. Dice en su elocuente hipocresía que el Bolívar que debe ser oficial es el de Gil Castro –el mismo que remitieron a un baño cuando dieron el golpe-. No le gusta al tal Henry el Bolívar amulatado "extraña" coincidencia con el poema de aquel sacerdote realista (de Torreas y Peña) que en 1816 decía de Bolívar: "..............................el otro mozo con aspecto feroz y amulatado,(…).
Otro aspecto que habla del temperamento sicótico del diputado show de la derecha parlamentaria es la referencia que hace de la muerte de Elvis Durán, al que el tal Henry menciona como el tal muerto de la guaya, hablando como si nada, con desparpajo, con cinismo para los que vinieron a hacerle de chiplider se rían de sus ocurrencias, como si las ocurrencias de los adecos en este país causaran gracia. Por sus ocurrencias aquí se persiguió, se asesino, se coartaron los derechos de los venezolanos y se entrego el país a las transnacionales del petróleo. Sus ocurrencias causan desgracia.
No hubo tal muerto de la guaya. Se llamó ELVIS –y anote este nombre porque él lo perseguirá para siempre-. ELVIS DURAN, que hoy está más vivo que nunca en los que lo conocieron y en los que aún sin conocerlo lo inscribimos en nuestra memoria con el amor de los que aman y no con el odio de los que odian y tienen ya ese oficio, sólo que les gusta llamarse demócratas. ELVIS, el de boleíta. ELVIS el muchacho de 29 años que no pudo llegar a su casa porque un asesino había ordenado a sus huestes que asesinaran. Un asesino, tal un Leopoldo. Un asesino, al que un tal Henry quiere graduar –desde su necrofilia- como el nuevo héroe nacional. Ni siquiera la tal amnistía debe llegarle porque una tal guaya la dejó tirada allá en la Avenida Rómulo Gallego y lo más justo es que le falte a la cita que le están tratando de buscarle unos tales diputados de la derecha más rancia, de la derecha más entreguista.