Cuando aludo a la condición dinosauria de Henry Ramos Allup, no apunto a sus 72 años de edad. Conozco de mujeres y hombres mayores que él que, por conservar la misma rebeldía filosófica de encarar la vida que mostraron durante sus primeros años de vida, son ejemplos de lozanía generacional.
Así que los tiros, cuando menciono a este diputado adeco, no se dinamizan por un asunto de cédula, léxico ni condición sexual, elementos lechuginos y mariposones que son su problema y punto.
Lo que causa rechazo de la personalidad de este caballero es su sádico empeño en continuar deshonrando el arte de la política o, en su defecto, su negativa a renunciar a ella y en consecuencia dejar de dar embarrados ejemplos que alteran y trastocan el ya maltratado mundo del debate cívico en el que sus copartidarios de intenciones, a veces muy malas intenciones, tienen gran responsabilidad.
Sabe él que el mensaje anual del Presidente de la República, sea quien sea el Presidente, es un espacio solemne donde priva y debe privar la esencia del discurso del jefe del Ejecutivo. Así fue antes y así fue hasta la noche del viernes 15 de enero cuando él se encargó de asumirse como el peor y más triste de los arlequines que haya deambulado por los pasillos de nuestra historia legislativa.
Amante de figurar en cadena nacional, no obstante que critica las ordenadas por el Jefe de Estado, aprovechó la de ese momento no solo para evidenciar su pobre calidad de "estadista", sino –peor aún- para denigrar de la condición bolivariana de la FANB y burlarse de Deivis Durán a quien denominó sin el más mínimo respeto por sus familiares, el "tal muerto de la guaya".
¡Qué ruin y detestable es este ser!
La irresponsabilidad de su lengua no es nueva. Recordemos que en diciembre acusó al PSUV de haber asesinado al jefe de la banda Los Plateados, en Guárico, sin mostrar prueba alguna y sin ofrecer disculpas luego.
Es fácil entender ahora por qué "la embajada" decidió apostar sus dólares en tan servil peón.
¡Chávez vive…la lucha sigue!