La CEV sufre de amnesia

“¡Cristo es, sin duda, el paradigma del verdadero y auténtico revolucionario!: El que es capaz de dar su vida por los demás, y sobre todo por los más débiles, los pobres, los que estuvieron excluidos, los que han sufrido la opresión y la explotación de una sociedad injusta”.
Hugo Rafael Chávez Frías

El término que utilizamos en el título del presente artículo y que endosamos a la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), es un término que a los jerarcas de la iglesia católica no les debe parecer indiferente, porque viene del griego (olvido), el cual es uno de los idiomas que además del Latín también estudian los futuros sacerdotes en el Seminario Mayor.

Si hay una institución que en Venezuela marcha camino a negarse a sí misma es la CEV; o en otras palabras, la cúpula de la iglesia católica venezolana representada por obispos de las diferentes regiones de las diócesis del país.

Y decimos negarse a sí misma, porque su comportamiento en los últimos años la ha colocado no sólo a las espaldas del pueblo de Dios a quien dice representar, sino distante del representante de Pedro en la tierra o Sumo Pontífice de El Vaticano, el Papa Francisco.

Sólo basta leer los últimos discursos del Obispo de Roma para observar la contradicción existente y la conducta asumida por los prelados venezolanos ante la Santa Sede, unido a su silencio a la hora de interpretar los documentos del Vaticano cuando de la defensa de los pobres o los humildes del Evangelio se trata.

Es verdad que la mayoría del pueblo venezolano, lejos de sus tendencias políticas, abraza la fe en Jesús y busca en los templos un mensaje espiritual que lo ayude a soportar o aliviar, en parte, sus dificultades las cuales en los últimos años ha tenido que soportar.

Los obispos y sacerdotes, expertos en discursos y homilías,  evaden analizar junto al pueblo las verdaderas causas de sus problemas, porque al hacerlo los podrían asociar con los pobres y tierrudos; cosa que los alejaría de los poderosos o burócratas, con quienes ellos  se identifican.

En el caso de los representantes de la CEV nos atreveríamos a decir que en nuestro país existen dos bandos: los obispos o prelados que prefieren guardar silencio y suplicar inclinados en los altares de mármol o quienes manifiestan públicamente sus ideas a través de los medios de comunicación y hasta desde los púlpitos, en contra del gobierno  o a favor de la oposición.

El problema no es que queramos convertir a los sacerdotes u obispos venezolanos en seres extraterrestres; o como dirían otros por ahí,  en chavistas. ¡No!, no se trata de eso.

Se trata simplemente de asumir la posición pública y abierta que ha pregonado desde su llegada a El Vaticano la primera autoridad de la iglesia católica  en el mundo, el Papa Francisco; a eso nos referimos.

Revisar la conducta de la cúpula de la iglesia venezolana nos lleva a encontrar posiciones que han variado en el tiempo y muchas de ellas sorprendentes. Otro tanto podríamos decir de los Papas quienes en el pasado apoyaron regímenes fascistas o dictaduras, en países del mundo y en nuestra América Latina.

Posiciones diversas y voces perdidas en el desierto encontramos en Venezuela y en la Patria Grande, muchos pregonando justicia desde hace muchos años y otros, elevando sus mensajes con humildad pero con claridad a través de la Teología de la Liberación.

Expulsiones y excomuniones fueron frecuentes en el pasado para fijar posición ante hechos de estricta ascendencia política y social. Por cierto, un aspecto  analizado con claridad y firmeza hasta la saciedad en encíclicas y Concilios, la mayoría de ellos olvidados por la élite de la CEV.

Un ejemplo podríamos citar en torno al tema, asomado recientemente  por el padre Numa Molina de la Congregación de los Jesuitas. La cita también nos lleva a un libro, que por varios años nos ha acompañado en nuestra biblioteca: “Misión Política de la Iglesia” de Cesáreo Gil, ediciones Paulinas y a algunos análisis de la revista SIC, CentroGumilla.

El libro, por ejemplo, recoge documentos del Concilio Vaticano II e incluye en sus páginas  conclusiones de Conferencias Episcopales de varios países de América Latina, con documentos y encíclicas de los papas Juan XXII y Paulo VI y también conferencias episcopales de Venezuela, realizadas durante los años 1973- 1974.

Si bien los prelados mantienen la posición exclusivamente espiritual que ha servido de excusa a la Iglesia, cuando le conviene, para guardar silencio; no por ello, ya en la ruta social marcada por los Papas en sus encíclicas y por el compromiso social y político del hombre en la sociedad, la Iglesia de hoy es un ejemplo de vanguardia con el Papa Francisco en el mundo a diferencia del Opus Dei.

La CEV no tiene excusa y además, como en el pasado, ya no tiene que ir muy lejos, porque viajan al Vaticano pero al regresar y  llegar a Maiquetía, se les olvida el discurso del Papa Francisco.

Esto no se justifica en nuestro tiempo cuando estamos comunicados en vivo y al instante a través de los satélites. Nos llegan a cada momento  los mensajes a través de las redes del Papa Francisco. En la Iglesia sabemos existen expertos sacerdotes que saben mucho de comunicación; como por ejemplo el Obispo comunicador que preside actualmente la conferencia episcopal venezolana (CEV).

El llamado de un jesuita venezolano, el padre Numa Molina  es muy claro: “Es tiempo de caminar al mismo nivel con el pueblo, esa es mi invitación a mis hermanos sacerdotes, despojémonos de tantos títulos que ya no le dicen nada al pueblo de hoy. Lo único que le dice algo al pueblo de hoy es tu testimonio y cercanía”.

La cúpula de la iglesia venezolana, lo hemos dicho en muchas ocasiones, ya no debe conformarse con las visitas programadas para los obispos. Ya no es tan sólo su recorrido anual por las parroquias de la diócesis e incluso el de los propios párrocos.

La mayoría de ellos son unos simples desconocidos, porque en la calle de enfrente, al lado de los palacios de obispos y arzobispos o en las casas parroquiales donde está la comunidad más cercana, por ejemplo, sólo ven al Obispo en algunos sacramentos como confirmaciones, ordenaciones sacerdotales o en ceremonias de Semana Santa...

Los curas en los barrios de las ciudades y los sacerdotes de aldeas y caseríos (quienes algunas veces no van) al menos contactan a la gente y los acompañan en sus luchas. Pero en muchas zonas del país, como las rurales, reclaman la presencia viva del Evangelio y de un mensajero de Jesús, incluso de cualquier iglesia cristiana.

El Papa Francisco dice preocuparse por Venezuela y pide diálogo, pero la CEV  hace todo lo contrario y eso nos lleva a preguntarnos: ¿será qué los pastores de la Iglesia Católica Venezolana sufren de amnesia?

¡Amanecerá y veremos!



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Marco Tulio Arellano

Jubilado en Pdvsa

 arellanomt@hotmail.com      @Homugria

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