Como vaqueros de estos tiempos, los diputados de la derecha soplan el cañón de su golpismo y cantan a los cuatro vientos que no reconocen al Tribunal Supremo de Justicia. Y que, en consecuencia, no acatarán nada de lo que ordenen desde esa instancia. Eso es algo así como que si a uno le cae mal el fiscal que levanta la mano para no nos comamos la luz roja, y por eso nos llevamos un gentío por delante.
El segundo caso es grave, muy grave, pero se diferencia del primero por una norma básica: el infractor preso va. El diputado o diputada, al contrario, queda muy orondo y hasta figura en los diarios y demás medios que desde hace 17 años abusan del derecho a disfrutar de la luz verde. Exaltan a las y los parlamentarios con tufo gringo, cual triunfantes cowboys donde la mina de oro del lejano oeste es su afán desestabilizador.
Por aquello de que lo igual no es trampa, a cualquiera pudiera entrarle un pujo de tampoco reconocer la investidura parlamentaria de quienes pretendían –e insisten aún- mandar a la calle a una parranda de delincuentes para quienes la amnistía en su concepto más puro sirve para lo mismo que un rollo de papel tualet.
En tal sentido, una lista de desconocimiento a tales seres quedaría más o menos así, empezando por Henry Ramos Allup, cabeza de la peligrosa banda a quien no reconocerían como asambleista por intentar mancillar la memoria del Comandante Hugo Chávez; tampoco a Freddy Guevara, por haber participado en la Fiesta Mexicana para derrocar a la Revolución; nada que ver con Juan Requesens quien apoyó las guarimbas y desprestigió las huelgas de hambre.
No reconocerían a Delia Solórzano, por no heredar nada de su padre, quien pasó 16 años presos como verdadero preso político, y menos a Julio Borges, el famoso diputado maqueta, por razones más que obvias.
El espacio quedó pequeño. Complete usted la lista. Seguro le quedará redondita.
¡Chávez vive..la lucha sigue!