"Venezuela necesita de la plena recuperación del sentido eclesiástico, de lo que significa vivir en cristiandad; el genuino sentido eclesiástico está más allá del demonio del individualismo y los intereses egoístas, obra en función del fortalecimiento permanente de la comunidad, haciendo suya la opción preferencial por los pobres que nos enseñó Cristo".
Hugo Rafael Chávez Frías (Bienvenida a Su Excelencia Jorge Cardenal Urosa Savino, Maiquetía 30 de marzo de 2008)
En los últimos días ha corrido como pólvora una noticia que tratan de posesionar a través de los medios de comunicación, para crear una matriz de opinión positiva en torno a la designación de un nuevo cardenal de la Iglesia Católica en Venezuela.
Para nadie es un secreto en nuestro país, donde existe la libertad de credos religiosos consagrados en la Constitución de 1999, que la religión católica, apostólica y romana ocupa un lugar de preferencia y de aceptación por parte de una gran mayoría de venezolanos.
Esta creencia y práctica de fe religiosa fue impuesta y heredada desde la conquista española - realizada a sangre y fuego - unida al avasallamiento y al exterminio de los habitantes originarios de las tierras de América, donde también se impuso como doctrina.
Si bien el testimonio de su actuación quedó registrado para la historia en la "Leyenda Negra" y en la "Leyenda Dorada", escrita por los misioneros españoles, hoy al paso de los años su presencia se hace sentir con diferentes matices en toda la geografía latinoamericana y se manifiesta en el sentir de un pueblo, sobre todo si lo analizamos a la luz de la Teología de la Liberación.
Paralelamente a la interpretación de Jesús como fundador de la Iglesia y redentor de los pobres, en el caso venezolano, su máxima representación se expresa en la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) secta cerrada y privilegiada quien ha tenido un rol estelar en la sociedad y que además ha vivido a costillas del Estado venezolano.
La relación desde luego ha ido cambiando desde los tiempos de la IV República, cuando una llamada del Presidente de turno al Vaticano, bastaba para señalar los candidatos a ser seleccionados en una terna enviada a la Santa Sede, para postular a los nuevos pastores púrpura de la Iglesia venezolana, al igual como ocurría en la mayoría de países latinoamericanos, (Ver casos de los cardenales Arias, Quintero, Lebrum, etc.).
Desde la llegada al gobierno en 1999 del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías con la Revolución Bolivariana, la relación del Estado con el Vaticano comenzó a transitar una nueva manera de enfocar las relaciones; si bien, las mismas han cumplido con los protocolos de las relaciones internacionales de Estado (embajadores del Estado del Vaticano y nuncios apostólicos con su cuerpo diplomático) su actuación con la CEV no ha sido del todo armoniosa.
La interferencia de la cúpula de la iglesia católica en asuntos de política interna en nuestro país ha sido muy descarada en los últimos años. Las señales y manifestaciones de prudencia, equilibrio y actuación diplomática de altura que siempre habían caracterizado a la Iglesia en su relación con el Estado se han perdido (Misión Política de la Iglesia, Cesáreo Gil).
Desde luego que la fe del pueblo y sus creencias y tradiciones católicas se mantienen siempre armoniosas y el Estado y el Gobierno revolucionario ha sido respetuoso con ellas, al igual que con los demás credos y religiones que hacen vida en nuestro país.
No obstante la actuación en los últimos años de la CEV ha dejado mucho que desear; no sólo por las diferencias naturales que pudieran existir, entre la nueva manera de gobernar de los socialistas y las de los gobiernos de la IV República, sino por el descaro y la tozudez injerencista que han tenido algunos prelados quienes se han desbordado en su papel como pastores religiosos y han pasado a ser golpistas y líderes políticos de la oposición.
Resulta muy extraño que a pesar de la experiencia de siglos que ha tenido la Iglesia Católica Romana, quien maneja los mejores servicios de inteligencia en defensa de sus intereses económicos y religiosos en el mundo, ahora falle en cuanto a su postura de las relaciones diplomáticas con el Estado venezolano (está mal asesorada).
No resulta nada extraño el cruce de poderes ocultos que siempre han prevalecido en torno a la Iglesia Católica en el mundo. La historia lo registra desde la conquista, la Inquisición, las cruzadas, su accionar ante el fascismo en Alemania e Italia, así como contra la corrupción (Los Cuervos del Vaticano, Eric Frattini)
Actuaciones no tan discretas de muchos pontífices más allá de las encíclicas y bulas papales, se han registrado en sus archivos del Vaticano. En Venezuela con la CEV sólo basta pasearnos por historias recientes más allá de la dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez, hasta el gobierno revolucionario del Comandante Hugo Chávez, hoy en las manos del Presidente Maduro.
No queremos entrar en detalles para calificar los méritos o no del candidato como posible cardenal para la iglesia venezolana (candidato adeco y de la burguesía parasitaria).
Sus actuaciones ya conocidas por la opinión pública venezolana, no deberían pasar desapercibidas por los cuerpos de inteligencia del Vaticano y del Papa Francisco si quieren tener en un futuro inmediato un ejemplar y pulcro sacerdote como representante al frente de la Iglesia de nuestro país ("por sus frutos los conoceréis", Jesús de Nazaret).
Por ahora nos limitaremos a observar con prudencia la decisión del Papa Francisco, la actuación de sus enviados del Vaticano, así como la del Nuncio Apostólico a quienes deseamos sean prudentes y no se dejen arrastrar por actuaciones secretas de la CEV, del Opus Dei o del partido Acción Democrática para proponer un "cardenal chimbo" o un "adeco con sotana" al frente de la iglesia católica venezolana.
¡Amanecerá y veremos!