Diálogo para exorcizar la violencia

“…Los demonios suplicaron a Jesús: “Si nos expulsas, mándanos a esta manada de cerdos” Jesús les dijo: “Vayan”. Salieron, pues, y se metieron en los cerdos. Y sucedió que de repente toda la manada se lanzó al mar desde lo alto del acantilado y perecieron en las aguas”.

(Mateo 9; 31,32)

Una señal positiva ha ocurrido en Venezuela en los últimos días al sentarse la oposición y el Gobierno en una mesa a dialogar, luego de la intervención del Papa Francisco y la buena disposición del Presidente de la República Nicolás Maduro por alcanzar la paz en nuestro país.

Si bien, como lo hemos señalado en anteriores escritos, la sangre no ha llegado al río a pesar de varios muertos por la confrontación política en las calles y la tozudez de la oposición por encontrar atajos para hacerse del poder en Venezuela.

El proceso de diálogo, como lo llamó el nuncio argentino Emil Paul Tscherrig en su introducción, apenas inicia su tránsito y para el Presidente Maduro la sola señal de la presencia de la MUD en la mesa, ya es un paso muy positivo para su concreción.

Los antecedentes están a la vista de todos y la insistencia ha sido una constante por parte del Gobierno, así ahora los opositores se atribuyan para sí la convocatoria al diálogo, ya que son expertos en cambiar para ellos las iniciativas de los demás.

Es bueno recordar como lo dijimos en anterior oportunidad al hablar sobre el tema que “el llamado al diálogo por parte del Gobierno del Presidente Nicolás Maduro, avalado por organismos internacionales como UNASUR y la presencia de observadores internacionales como los ex presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Martin Torrijos y Leonel Fernández, así como el delegado del papa Francisco para el diálogo, el nuncio argentino Emil Paul Tscherrig, es esperar por fin una conducta de altura por parte de la oposición venezolana”.

Apenas estamos dando los primeros pasos para el diálogo, mientras la agenda de la oposición parece jugar dos cartas: una para sentarse en la mesa frente a los negociadores del gobierno (aunque se esté negociando la paz) y la otra, la puñalada trapera de buscar la violencia en las calles, la cual repite el guión del imperio de llevar a sus seguidores a Miraflores, para hacerles una emboscada y después contar los muertos, cosa que no deseamos se repita en nuestro país.

Uno de los aspectos de los cuales si estamos seguros con el paso dado para el diálogo en el Museo del Hipódromo “Alejandro Otero”, es que esta decisión permitirá a los venezolanos saber donde están los verdaderos violentos y donde los amantes de la paz.

Muchos, trastocados por la filosofía del “maestro colombiano de la guerra” y quien ha demostrado sus intenciones santandereanas contra Venezuela, se desatarán al verse desenmascarados y harán una pataleta frente a Miraflores, donde los esperará el pueblo chavista con un muro infranqueable de paz.

Los otros buscarán el equilibrio deseado sin ceder posiciones ideológicas que a la final, siempre van a existir entre los humanos y las cuales conviven como signos de civilización en muchos países de la tierra, quienes no han sido aupados por el odio del imperialismo, el cual siempre ha querido dividirnos por aquello de Nicolás Maquiavelo: “divide y reinarás”.

El verdadero aspecto que subyace en la estrategia de la oposición, está representado por el odio sembrado e inoculado en una alta parte de la población, sobre todo de la juventud.

Este odio ha sido inyectado a través de los medios de comunicación y puesto a circular a través de las redes sociales, por laboratorios pagados por el imperio y los enemigos de la Patria de Bolívar, quienes desde Miami, Madrid y Bogotá, con dinero mal habido, financian a los operadores políticos y a sus mercenarios en Venezuela.

El problema que se ha planteado en nuestro país y del cual tienen una alta participación muchos de los dirigentes de la MUD (no todos), justamente son aquellos quienes reciben aporte en dólares desde el Norte y hacen el papel de lacayos del imperio y se venden al mejor postor.

Una de las guerras fratricidas que se han desatado en el mundo en los últimos años (Afganistán, Irak, Libia y Siria) han sido alimentadas por métodos de IV generación y metodologías de técnicas psicológicas que perforan la mente de los pueblos (el hombre lobo del hombre), hasta convertirlos en borregos, este es un proceso no de días sino de años, es la siembra del odio para poner a pelear los hermanos. (La Formación de la Mentalidad Sumisa de Vicente Romano).

En Venezuela no se podrá despejar el terreno para encontrar el camino de la paz, sin antes haber logrado un acuerdo para exorcizar a millares de compatriotas a quienes se les ha inoculado el odio que corre por sus venas y que los llevan a expresarlo en palabras como “quiero ver sangre por las calles del país” (incluida la CEV).

Esto que parece siniestro esconde principios y modos de conducta que practican algunos políticos del mundo (Claves Ocultas del Poder Mundial, José Lesta y Miguel Pedrero) y de los cuales no han escapados algunos políticos venezolanos.

Sobre todo los formados en la Escuela de Tradición Familia y Propiedad (TFP) de Esclusa y la cual popularmente hemos bautizado como “los mata gatos de Chacao”, por ser una práctica de la adolescencia de muchos de los actuales líderes de VP y PJ (ver programa de Tv de RCTV a “Puerta Cerrada” con Marieta Santana en la década de los 80).

El proceso de trastorno sicológico causado a una gran mayoría de venezolanos de la oposición y que con raras excepciones pudiéramos también encontrar en el chavismo, es una técnica de guerra del imperio norteamericano para el ablandamiento de los países, puestos en la mira de sus apetencias imperiales.

Si bien hemos entrado en el juego de la guerra de IV generación en nuestro país, quizá no hemos hecho el empeño suficiente por detenerlo y hemos navegado en sus aguas sin prever sus consecuencias.

Para un psiquiatra cualquiera (pudiera corregirme Jorge Rodríguez), existen principios para corregir el sentimiento de odio sembrado en los seres humanos y que vale para el caso venezolano.

No hay recetas específicas y tampoco métodos exactos para combatir el odio, porque depende de los diferentes ingredientes inducidos o por las características de cada ser humano.

Por ejemplo pudiéramos citar algunas recomendaciones: “aceptar el hecho de que el odio es una enfermedad, que es un hábito de antigua formación y arraigo, que es contagioso y que es capaz de ponernos mental y físicamente enfermos”.

“El odio – señala un experto – es la excusa más deleznable para tratar de superar cualquier dificultad y además agrega - es importante incrementar un amor propio normal. La auto estimación y el orgullo normales son factores de suma importancia para la supervivencia. El amor propio, libre de egoísmo neurótico, es una medicina. Es un curalotodo. (Sea Ud. Su propio Psiquiatra, Frank S. Caprio, Pág. 210)

No existe ninguna otra medicina en el mundo y la iglesia lo sabe, además de exorcizar – por aquello de los demonios – que pueda contra el odio sino el antídoto del maestro Jesús de Nazaret, quien nos dijo: “amaos los uno a los otros como yo os he amado”.

En Venezuela hemos iniciado el camino del diálogo para la paz y apenas estamos dando los primeros pasos. De lo que si estamos seguros con esta práctica de exorcismo que nos ha encomendado el Papa Francisco a través del Nuncio de Argentina Emil Paul Tscherrig, es que esperamos por fin resucite una conducta de Patria y coloque a la altura a la oposición venezolana a favor de la paz; no hay vuelta atrás.

¡Amanecerá y veremos!



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Marco Tulio Arellano

Jubilado en Pdvsa

 arellanomt@hotmail.com      @Homugria

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