¿Qué es por fin la oposición venezolana? Chávez decía que era “la nada”. Eso nos evoca una vez más la novela “La historia interminable”, de Michael Ende, en la que una especie de plaga, la Nada, avanza sobre el reino de Fantasía y se lo va tragando de a poco. Es una cosa parecida a lo que le ocurre a la oposición. Parece mentira que después de haber logrado su victoria electoral más importante en los últimos dieciocho años, la oposición se encuentre en uno de sus peores momentos políticos en el mismo lapso. Como dice una etiqueta que corre por Twitter, la MUD está palo abajo.
Por supuesto, parte de lo que ocurre con esa derecha es producto, por un lado, de la épica resistencia del Gobierno Bolivariano y del pueblo revolucionario, comandados por Nicolás Maduro y, por otro lado, de la conciencia popular general. Aun aquella parte del pueblo que había votado por el chavismo y que se abstuvo de hacerlo el 6D, ha resistido, si bien no apoyando al Gobierno, sí desconociendo los llamados a la violencia de la derecha y la pretensión de granjear el apoyo de ese sector descontento a los desmanes de una “dirigencia” errática, mentirosa y reaccionaria. De manera general, se puede decir que la cultura chavista se ha impuesto.
Una muestra de la patética situación de la oposición es lo que ha venido pasando en torno al diálogo. En una circunstancia en la que le convenía a los opositores mostrarse particularmente unidos, se encuentran en un estado de división que ya no es posible disimular. En el fondo de esto hay razones que tienen que ver con la mediocridad intelectual, la cobardía política y la incapacidad de un pretendido liderazgo que en realidad no existe.
A decir verdad, los opositores que se sentaron en la mesa de diálogo mostraron en ese momento mayor sagacidad política que aquellos que se mostraron reacios o que se negaron abiertamente. Lo hicieron en un momento en que está claro que la base social activa de la derecha es muy pequeña para pretender generar una conmoción social. La mayoría de los venezolanos, lo dicen todos los estudios serios, rechazan la violencia, las salidas inconstitucionales y favorecen abrumadoramente el diálogo. Los más radicales factores políticos de la oposición representan a una exigua minoría social fanatizada, enajenada, aberrada por el odio, que no tiene ninguna posibilidad en la actual circunstancia de hilvanar alguna actividad de calle que pueda comprometer la estabilidad del país. La oposición en general ha venido cometiendo el error de confundir el descontento con un supuesto respaldo popular a sus propuestas y sus voceros. La errónea lectura de los resultados del 6D les ha llevado por el camino de los errores políticos y los delirios de poder. Es un sueño que se les está convirtiendo en pesadilla.
La verdad es que el sector más radical de la derecha corre el peligro de quedar aislado, y solo necesitarían un empujoncito para rodar por el barraco de la inopia política. Internacionalmente, el respaldo al diálogo es amplio, sobre todo desde que se involucró el Vaticano, a pesar de figuras cada vez más solitarias, como Luis Almagro y otros pocos de su misma calaña. Muestra de ello son tanto los acercamientos gringos al Gobierno venezolano, con el enviado Tom Shannon y la conversación de Kerry con Maduro (recordemos que no dan puntada sin dedal), como el reciente comunicado de la alta representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini, en el que se expresa que “La Unión Europea acoge con satisfacción los pasos positivos logrados durante la sesión plenaria del diálogo entre el Gobierno y la oposición de Venezuela que tuvo lugar el 11 de noviembre con mediación del Vaticano y la Unión de Naciones Suramericanas”, sin dejar de mencionar, como otro ejemplo, la declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala: “El Gobierno de la República de Guatemala reitera su apoyo al diálogo y los felicita por los importantes acuerdos alcanzados y la declaración conjunta 'Convivir en paz', reflejo del compromiso de continuar un trabajo conjunto, en beneficio de todos los venezolanos”.
Sin embargo, los sectores de la oposición que se sentaron en la mesa de diálogo están cayendo rápidamente en el hueco de sus propias y reiteradas taras que mencionamos más arriba. La mediocridad intelectual les impide comprender a cabalidad el carácter del momento que se vive en el país, con una clara recuperación de la iniciativa política por parte del Gobierno y la necesidad de que tracen una línea de acción adaptada a tal circunstancia, que supere el inmediatismo y la táctica fallida de “todo o nada”. La incapacidad de liderazgo, que les hace no arriesgarse a ponerse por encima de la masa opositora, dirigirla, hablarle con la verdad y orientarla hacia objetivos realistas en el mediano plazo. Y la cobardía política, que los lleva a no tomar el toro por lo cachos y deslastrarse de la rémora del radicalismo errático, y a sucumbir al chantaje permanente de Voluntad Popular, María Corina Machado, los “exiliados” como Carlos Ortega, Nixon Moreno y Veppex, y otros de similar ralea. En vez de aprovechar la debilidad evidente de esos factores para mandarlos al diablo, han comenzado a “explicarse”, blandir excusas, desdecirse y regresar al lenguaje radical y amenazante que atenta contra el diálogo. Es lo que se infiere de las más recientes declaraciones de voceros “dialogantes” como Carlos Ocariz y Chuo Torrealba.
La mayoría opositora que se ha sentado a la mesa de diálogo, está transida entre la necesidad de sobrevivir como hipotética alternativa política en Venezuela y la pulsión de complacer a los más radicales y a cierto público de galería. La Nada avanza en el reino de Fantasía.