La oposición celebra como gran victoria el contar ahora con un “candidato único”, unicidad endeble pues hay por ahí otros tres, y se queda tan tranquila con el descalabro de “Súmate” y su farsa de elecciones primarias. Una “gran victoria” que como todo en ese sector se produce sin pueblo y rindiendo tributo a la mentira.
Ahora procurarán hacer más ruido, si posible, y burlar las disposiciones del CNE para que sus medios, encadenados por las recetas de sus digitadores extranacionales, suelten el ritornelo de tergiversaciones y falsedades con que revisten sus arremetidas antigobierno y encubren la orfandad de política y razones que Venezuela les conoce.
Trataré de repasar, aunque sea llover sobre mojado y porque la pelea es peleando, sus embustes más sobados y recurrentes, lanzados con el caradurismo de quienes creen que los demás somos pistolas (no empleo la expresión de Uslar simplemente porque no me gusta).
En primer lugar, que el gobierno es autocrático, autoritario, ¡totalitario!, en tanto que ellos representan la democracia: ¡ellos!: actores y herederos de cuarenta años de perversión política, durante los cuales no hubo institución que no fuera envilecida, incluyendo la del voto en que fincaban su facha democrática; no hubo ventajismo que no practicaran; no hubo demostración de protesta estudiantil o popular que no dejara saldo sangriento; no hubo récord represivo que no batieran, dejando a las dictaduras abiertas chiquitas en materia de perseguidos, presos, torturados y muertos, y añadiendo la figura del desaparecido, esa abyección suprema creada por la CIA. Hay aquí un desdoblamiento psicológico parecido al de los imperialistas y los sionistas, que siendo con mucho los mayores terroristas sobre la Tierra, acusan de tales a aquellos a quienes agreden y destruyen. O el caso de los ladrones que gritan “¡al ladrón!”. Los títulos democráticos del gobierno revolucionario están a la vista del mundo y no es preciso mencionarlos. Lo que asombra es que muchos que conocieron y sufrieron aquella “democracia” y saben perfectamente lo que es una dictadura, hoy tengan el tupé de trastocar los términos y quedarse como si nada. ¿Qué retorcimientos de la mente podrán explicar esto?
La segunda cuestión con que en estos meses aturdirán es la de que su candidato es el demócrata Fulano, quien ofrece gobernar “para la gente humilde y sencilla” y “para los venezolanos sin exclusión”: un “demócrata” que firmó el decreto violador de todas las instituciones y derechos democráticos, que está detrás de los intentos separatistas del Zulia y que, por supuesto, gobierna allí, en lo esencial, para los grandes capitalistas y terratenientes, aunque con algunas concesiones de carácter popular, a las que se ve obligado precisamente por la magnitud de la obra del Presidente Chávez. Quien sí gobierna para todos, pero con el filo estratégico dirigido a incluir a los excluidos, para realizar la justicia social.
Su tercer plato “fuerte” es la negación de esa obra gubernamental. Las misiones, que han puesto en manos de las mayorías antes preteridas un ejercicio reivindicatorio de inmensas proyecciones; los procesos encaminados a potenciar al máximo la salud, la educación, la cultura, la ciencia, el deporte; el desempleo que baja hacia un dígito y el PIB que sube sostenidamente; el riesgo país en su mínima expresión histórica; el petróleo cada vez más venezolano y centro crucial del desarrollo; la mayoría de las empresas funcionando; las formidables obras de infraestructura en marcha y en perspectiva; la respuesta a las calamidades; la concepción estratégica en las diversas áreas de actividad pública; el respeto, por convicción profunda, de los derechos humanos, aunque haya individualidades indignas y aunque chillen los escépticos; el sentido de orgullo nacional recuperado y la creciente seguridad de que el futuro está en manos propias y no supeditado a decisiones imperiales; el avance de la integración latinoamericana sobre base de relaciones solidarias y no competitivas, en el espíritu de los libertadores: todo eso, y más, que el pueblo venezolano conoce y de lo cual es sujeto y constructor principal, todo eso es negado por los viudos y viudas del pasado, un pasado que no volverá.
Bienvenida esa negación: porque, como todos sabemos, Dios ciega a quien quiere perder.