Conservo como un tesoro mi afiche del "LIBANO, unión es victoria" impreso en La Habana por la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL). Es una extraordinaria imagen que evoca los años de rebeldía y de resistencia del pueblo libanés. Pero también es un perenne recordatorio de cuan cruentas pueden ser las confrontaciones armadas y las guerras civiles.
El Líbano es un extraordinario y maravilloso país, con una población multiétnica y de gran diversidad religiosa. El pueblo libanés libró una feroz guerra civil (RAE: "guerra que tienen entre sí los habitantes de un mismo pueblo o nación"), que duró más de 15 años, entre 1975 y 1990. El parte de guerra se calcula en más de 150.000 muertos, 400.000 heridos, 17.000 desaparecidos y más de 1.000.000 de libaneses expatriados alrededor del mundo.
Las confrontaciones se iniciaron como un conflicto local, tribal y religioso por el control del territorio y del poder político entre distintos grupos cristianos, musulmanes y laicos. De un lado estaba el Frente Nacional agrupando a organizaciones conservadoras como las Fuerzas Libanesas y la Falange Libanesa (maronitas); y por el otro, el Movimiento Nacional Libanés, denominado luego Frente Nacional de Resistencia Libanés (Jammoul), conformado por las milicias musulmanas, organizaciones de izquierda y los grupos de refugiados palestinos, agrupados en organizaciones como el Partido Comunista Libanés, el Partido Socialista Progresista, el Partido Árabe Socialista, el Movimiento Amal y la Organización para la Liberación Palestina (OLP).
Detrás de todos estos grupos empezaron a gravitar numerosos y variados intereses que exacerbaron la guerra, la cual terminó convirtiendo al Líbano en un inmenso campo de batalla azuzado por potencias extranjeras (en plena Guerra Fría) y por actores regionales en el marco de sus históricos conflictos (como el árabe-israelí). Con marcado sarcasmo se utilizó la frase "la guerra de otros países en suelo libanés".
Parte de los conflictos se remontan a la época en que la Sociedad de Naciones asignó a Francia el Mandato de dividir (para repartirse) al antiguo Imperio Otomano, tocándole a los colonizadores franceses la tarea de "crear" dos estados diferentes, el Líbano (que finalmente se independizó de Francia en 1943), y una parte de Siria (independiente de Francia desde 1946). Francia, como potencia colonial, se convirtió de facto en "protectora" y garante de la minoría cristiana maronita, en detrimento de la mayoría musulmana.
La exclusión y las desigualdades impuestas por años, exacerbaron a los distintos grupos que empezaron a armarse, sin control alguno, hasta generar la fratricida guerra civil. Adicionalmente, habían llegado a territorio libanés entre 400.000 y 1.000.000 de refugiados palestinos, desplazados de sus hogares por la "limpieza étnica" aplicada implacablemente por el neocolonizador Estado de Israel. Se libraron cruentas batallas y contraofensivas hasta que, en 1982, las tropas israelíes avanzaron en su ocupación del Líbano hasta alcanzar Beirut, enfrentando infinidad de combates y ataques suicidas.
Las tropas "liberadoras" de la ONU también fracasaron en sus distintos intentos por lograr la paz. Así, desde 1978 el Consejo de Seguridad creó la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano con el objetivo de "confirmar la retirada de Israel del Líbano, restaurar la paz y la seguridad internacional y ayudar al Gobierno del Líbano para que restableciese su autoridad efectiva en la zona". Nada de esto se logró. Sin embargo, Israel continuó utilizando al Líbano como un campo de tiro, tal como lo demostró en los bombardeos del año 2006, descargando bombas de fósforo blanco sobre la población civil. Actuando impunemente y sin ningún tipo de sanción por parte de la ONU o de la Corte Penal Internacional.
Formalmente la guerra civil terminó en 1990, luego de los Acuerdos de Taif (1989). El Pacto Nacional estimaba impulsar la reforma política (para abolir el sectarismo y la discriminación política: presidente exclusivamente de origen maronita y ministros y diputados compartidos en partes iguales entre cristianos y musulmanes), la conclusión de la guerra civil, el establecimiento de relaciones entre el Líbano y Siria con la retirada del ejército sirio del territorio libanés. Muchas de las tareas políticas quedaron pendientes.
Dentro de las historias más terribles que pueden extraerse de la guerra civil del Líbano está la de la Línea Verde. La capital Beirut fue dividida en dos, quedando la parte musulmana en el lado Oeste y el frente cristiano del lado Este de la ciudad. Los combates y bombardeos fueron tan intensos y feroces, que los edificios y vías en estos sectores quedaron destruidos. Este espacio estuvo totalmente deshabitado por largos años. Allí fue donde creció libremente una abundante y profusa vegetación, en tierra de nadie, que le dio nombre a esa frontera imaginaría: la Línea Verde.
Gracias a esta historia pude rememorar el infortunio de un familiar que fue capturado en medio de la guerra civil del lado equivocado de la Línea Verde. Solo pudo salvarse milagrosamente de ser fusilado, porque su esposa se presentó ante el pelotón con su pasaporte venezolano (que no indica religión), por lo que fue liberado. Cuando finalmente llegaron a Venezuela huyendo de la guerra, me tocó siendo yo un adolescente compartir mi cuarto con ellos (tenía todas las paredes pintarrajeadas con banderas del Frente Sandinista de Liberación Nacional, pobrecitos), y solo recuerdo que en los primeros meses parecían cuerpos sin almas, desarraigados y grises, tratando de olvidar las crueldades de la guerra.
Hay un fragmento del extraordinario poema de Abel Samir sobre la Línea Verde, que habla por sí sola:
"Era una línea imaginaria, la Línea Verde,
que separaba nuestras fuerzas
de las fuerzas del fascismo.
Sin embargo...
estaba muy marcada y pintada de negro.
Nadie lo había hecho a propósito,
sino la pólvora, el trotyl y otros explosivos.
Y también manchas oscuras...
la sangre de los caídos.
Atravesaba Beirut de oeste a este
y continuaba paralela a la carretera que va a Damasco.
Estaba llena de cráteres, alambradas y obstáculos,
minas antipersonales y minas antitanques,
vainillas de fusil y esquirlas de morteros.
¡Era la línea del infierno!"
No podemos permitir que las fuerzas radicalizadas y extremistas de la derecha instauren la violencia como instrumento político. Una guerra civil es la muerte entre hermanos, entre vecinos de toda la vida, entre hombres, mujeres y niños sin distinción alguna. Es la imposición de la barbarie, la intolerancia, la desconexión moral y la deshumanización. No permitamos que los agentes del mal construyan una Línea Verde que nos separe.