Sembrar caos para diseminar miedo generalizado en la población, usando lenguaje "irreversible" de rebelión, atenidos a estrategia de guerra y desmanes, pese a ser ínfima minoría aunque excesivamente violenta, no le da dividendos a la dirigencia terrorista, que integra la peor Asamblea Nacional consecuencia del pésimo Poder Legislativo mayoritario, ungido por el voto popular el 6-D 2015, con representantes o diputados, entregados al capitalismo salvaje y sus intereses.
Descalificar, agredir en gavilla, o asesinar a quien no piense como ellos, ES LA CONSIGNA DE LOS TERRORISTAS. Sus ataques desenfrenados logran desesperar a los habitantes donde ocurren estos focos de disturbios, que abarcan menos del 1% de la población. Indignan a la gente pacífica, decente, pensante, no violenta, y mucho menos aliada a bandas armadas, que intenten devolvernos al modelo capitalista salvaje en Venezuela, con política de tierra arrasada.
Destruir toda obra de la revolución, es objetivo de las guarimbas inclementes. Confían confundir, y lo hacen apelando a disparar contra quienes defienden instalaciones que atienden la colectividad sin discriminación social. El pueblo sale a resguardar locales de atención gratuita a la salud y la educación, los incendiarios atacan Barrio Adentro, queman autobuses y metros, e impiden el acceso a escuelas, hospitales, clínicas, ambulatorios y lugares de trabajo, hechos contrastantes, pues mientras destruyen llaman a "luchar" por la salud, la libertad y la democracia.
La guerra psicológica y las maniobras mediáticas opositoras enloquecidas, el maridazgo de terroristas y delincuencia común con la dirigencia política engañosa y entreguista de los valores ciudadanos, no pasará. Vencerá el espíritu bolivariano y cristiano de la patria soberana por encima de quienes no desean la paz, y poco les importa llevarla únicamente a los sepulcros de aquellos que caen en convocatorias asesinas, rechazadas por el 85 % de la colectividad nacional.