El líder del grupo neofascista Voluntad Popular, Freddy Guevara, se ha erigido como el cabecilla (patotero) de la planificación y ejecución de las acciones de violencia callejera, guarimbas y actos terroristas que estremecen al país. La inmensa mayoría de nuestro pueblo está conformada por gente de paz, que respeta a sus vecinos, al otro, y sufren desde hace meses los ataques y desmanes de los grupos fascistas.
Guevara anda con el encargo de sembrar el terror, guiado siempre bajo la lógica de la figuración política para copar los espacios donde gravita la oposición más reaccionaria y recalcitrante. Este es su último nicho. El de la derecha histérica. Por eso ha apostado todo en esta nueva cruzada de violencia fascista, sembrando sangre y destrucción a su paso. Este es su terrible legado, principalmente guiando a una camada de niños y jóvenes (más manipulables y coaccionables), hacia la violencia irracional, hacia el foquismo anárquico del caos. En fin, hacia la muerte. Todo para satisfacer sus innobles fines de asaltar el poder por vías no democráticas.
Hay varios metarrelatos fulgurando en paralelo. Su desenfreno y vehemencia se explica por la necesidad de emular y superar a sus pares. Quiere estar por encima de Capriles que ordenó "descargar la arrechera"; y quiere superar las hogueras del odio y los ataques terroristas ordenados por su propio jefe Leopoldo López, cuando "la salida" violenta. Diariamente Guevara va dando direccionalidad a la agenda golpista de destrucción y violencia, con una nueva marca de la muerte: "sigamos". Bajo esta simbología envía cada día a la muerte a los hijos de otros. Envía al matadero irresponsablemente a sus hordas violentas sedientas de sangre.
Luego de planificar la violencia, de modelarla, de dirigirla personalísimamente, se presenta al final de cada jornada de odio a dar su balance. Algunas veces junto a Tintori. Se presentan ambos con gozo, exudando odio, dando el parte diario de muerte. Sometiendo al país a una permanente consternación e indignación, que solo busca generar más violencia, agotado como está en sus posibilidades de dirigir o tener el protagonismo en cualquier mesa de diálogo y paz, es decir, por la vía de la convivencia democrática.
Esta es la necropolítica que Guevara ha impuesto en la agenda de esta miserable derecha. Recordemos que la predilección por la necrofilia encarna la "Atracción morbosa por la muerte o por alguno de sus aspectos". Guevara ha convertido la sangre, la muerte, el caos y la destrucción en su marca personal, su habitus político (como bien señala el sociólogo Pierre Bourdieu, "La articulación sistemática del habitus con las nociones de espacio social, campo y capital, vincula relaciones y disposiciones"). Estamos presenciando la decadencia y la total pauperización en las formas de hacer política de la derecha. Solo queda la violencia en su agenda política. Ya prescindieron del debate, de las ideas y por sobre todo, del liderazgo positivo y la ecuanimidad que una figura pública debe tener, más en momentos de serias dificultades. Esta es una clara línea que forja y separa a los grandes líderes de los aberrantes criminales.
Guevara y su agenda violenta nos lleva por el camino de la confrontación, de la guerra civil, de la muerte entre hermanos. Su tozudez, impudicia y miseria humana lo lleva a ignorar docenas de ejemplos fratricidas, donde cientos de miles de personas han perdido la vida por la irracionalidad de los violentos, de los que solo ejercen la necropolítica. Siria lleva más de 450.000 muertos en 7 años de guerra; en el Líbano murieron más de 150.000 personas en 15 años de guerra; en Libia han muerto más de 4.000 personas en 4 años de guerra de facciones. ¿Cuántos millones de muertos va a costar el "sigamos" de Guevara? ¿Cuándo se saciará su odio y su sed de sangre? ¿Cuánta sangre más se derramará por la rebelión de los sifrinos?
La predilección de Guevara por la necropolítica lo ha puesto en el rol de auspiciador del terrorismo. Sus crímenes deben ser juzgados y castigados con todo el peso de la ley. No puede haber impunidad. Por ahora encubre miserablemente su autoría intelectual bajo el manto de su inmunidad parlamentaria, disfrazado de falso corderito, de falso demócrata. Este monstruo debería estar preso. Solo así habría justicia para las víctimas, y cesaría la violencia callejera y el terrorismo. Guevara tiene las manos manchadas de sangre. Está hundido hasta el infierno. Rogamos a Dios por su alma y le pedimos que proteja a nuestro pueblo de los adoradores de la violencia y la necropolítica.