José Gregorio García forma parte de ese ejército de jóvenes políticos a quienes no basta con contestarles lo que preguntan, sino que hacerlo exige un ejercicio de mínima habilidad para demostrarle -y demostrarnos- que no hemos perdido el tiempo del todo en este paso por la vida. Hace días, cuando sermoneé que los guarimberos de traje y corbata se inscribieran en las elecciones, me increpó con el siguiente golpe al hígado: “¿No era eso lo que queríamos para que abandonaran la violencia?”. Su sonrisita chocante y la pausa punzante de su razonamiento, me obligaron a hilar fino en la respuesta que exigía este trabajador social de la Revolución.
Es verdad: perseguíamos la paz. Siempre lo haremos, y el rector de nuestros destinos, Nicolás Maduro, trabajó para dar con la fórmula que amansara y calmara a las bestias que llenaron de sangre, dolor, muerte y luto a 169 familias, cifra reflejada por un informe que al respecto elaboró el Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información y que se puede consultar en el sitio www.minci.gob.ve.
Pero, en lo que a mí se refiere, no estoy para transigencias con autores intelectuales de esos crímenes (y de ningún otro), que ya nos sumen a todos y todas en una etapa cuyas consecuencias aún desconocemos en términos de tiempo y realidad. En dos platos y al margen de lo que en torno a la materia pueda decidir la plenipotenciaria Asamblea Nacional Constituyente, debemos ejercer los recursos legales a nuestro alcance para evitar que tales instigadores de la muerte concretren sus candidaturas y nuevamente los abrace la impunidad.
¿Qué qué sugiero en pro de ese objetivo?, pues, que nos movilicemos. Busquemos las fechas que el Consejo Nacional Electoral ofrecerá para las objeciones (creo que así se llama el recurso), y con soportes de por medio actuemos apegados a la ley y en honor a la memoria de las víctimas, sus familiares y la necesaria justicia.
¡Chávez vive…la lucha sigue!
