Los demócratas de pacotilla

Los valores democráticos están sembrados en nuestro ADN. Forman parte de nuestro espíritu rebelde y libertario. Cuando leemos la definición de Democracia en el DRAE nos encontramos plenamente identificados con la totalidad de sus acepciones: "Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos; Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes; Forma de sociedad que practica la igualdad de derechos individuales, con independencia de etnias, sexos, credos religiosos, etc. Vivir en democracia; Participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones".

La democracia es para nosotros una forma cotidiana de convivencia social, donde todos los ciudadanos, sin distinción de clase social alguna, somos libres e iguales ante las leyes y las instituciones. Se ejerce activamente mediante el respeto a los poderes públicos y el cumplimiento de las normas establecidas. Los demócratas que desean participar en la arena política se integran a través del sistema de partidos políticos, desde donde lanzan a su electorado su oferta política, la cual varía, de acuerdo a su ideología, intereses, relaciones religiosas, gremiales, económicas, etc.

El ejercicio democrático no es un proceso discrecional, antojoso, ejercido a conveniencia de quien se aprovecha de momentos y circunstancias políticas. No. Para evitar atajos, desviaciones y malas interpretaciones, nuestra Constitución, nuestro contrato social vigente, establece claramente cuáles son nuestros Derechos Políticos y cómo debemos ejercerlos. A tal fin señala: "Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas" (artículo 62); "El sufragio es un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, universales, directas y secretas" (Artículo 63); "Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de asociarse con fines políticos, mediante métodos democráticos de organización, funcionamiento y dirección" (Artículo 67); y "Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocación del mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas" (Artículo 70).

Sin embargo, hay actores políticos en Venezuela dedicados a sabotear y "baipasear", a su entera conveniencia y discreción, estas condiciones políticas, culturales y legales previamente establecidas en la Constitución. Son los demócratas de pacotilla que, a falta de fuerza política y apoyo popular (crisis recurrente de la extrema derecha venezolana), le han cogido el gusto a los métodos antidemocráticos.

A estos personajes ya los hemos visto en su modo golpistas, guarimberos y auspiciadores del terrorismo. Los hemos visto en su rol de agentes imperiales, usurpando funciones y mal poniendo a su patria en cuanto organismo internacional se preste para recibir a los golpistas que propician el bloqueo y la salida violenta. Los demócratas de pacotilla están claros en que no pueden buscar nada en las urnas electorales porque tienen el rechazo de la inmensa mayoría del pueblo Chavista; pero también están claros que, a punta de torpezas y errores políticos, se han ganado el repudio de las propias huestes opositoras.

Esta es la agenda escogida por los decadentes líderes de los grupos neofascistas Voluntad Popular y Primero Justicia. Han sucumbido bajo la presión de sus Amos del Norte (el inescrupuloso Tío Sam), y de la oligarquía mundial (latinoamericana y europea). Los lamebotas ya carecen de autonomía e independencia para tomar sus propias decisiones. Han vendido su alma al mejor postor, ahora son tristes marionetas de las fuerzas imperiales y como tal el pueblo jamás los respaldará, ni los respetará. Son cadáveres políticos. Despojos de una fuerza política que dilapidaron traicionando y vendiendo al pueblo de Venezuela.

Pero entre la fauna opositora hay un caso que sorprende y ratifica que todo el mundo tiene un precio. Que el amo tiene como doblegar a sus peones. Se trata del triste papel del partido Acción Democrática y de su prehistórico dirigente Ramos Allup. Vendido (cual última Coca Cola del desierto) como el único zorro viejo que podía derrotar fácil y certeramente al Chavismo.

Casi que desde el Siglo XVIII, este nefasto personaje, eterno candidato a todo, anunció con bombos y platillos, cual fiereza, con los dientes aguzados y la estampa guerrera, que él era el único candidato que podía enfrentar al Chavismo. Este petulante personaje, devenido en Salvador y Mesías, anunció varias veces que con primarias o sin ellas, él era el ungido, el único con la capacidad (malicia más bien) de enfrentar y acabar de una buena vez con la Revolución Bolivariana.

Pues bien, este protoprócer también se espichó, reculó, se rajó. En los últimos días ha asumido un extrañísimo "modo silencio". Dejando un mal sabor que más bien expresa a gritos y pone de manifiesto, que a regañadientes ha sido coaccionado para que renuncie y decline a sus eternas aspiraciones. Es evidente que actúa obligado por imposiciones externas, por órdenes superiores de sus nuevos amos imperiales. Pocas veces se ha visto arrodillado a Ramos Allup en la arena política. Este es el momento.

WikiLeaks de seguro revelará algún día cómo fue el acto de sumisión (y arrodillamiento) del espécimen Allup. Qué hueso mordió este perro, que quedó amansado, tieso, apacible como un cachorrito, moviéndole la cola a sus "patrones" del extranjero. Haciéndole el juego a los que promueven la salida violenta, anticonstitucional.

Es una vergüenza para las huestes opositoras no contar con un liderazgo fuerte, autónomo, ecuánime, con posturas ideológicas definidas y un plan de gobierno claro (para que oferte) para medirse en el terreno electoral. Nadie en la derecha tiene el liderazgo, la independencia y la autonomía suficiente para competir en buena lid por el poder político. Capriles, Borges y Allup han jugado por años a la división, la discordia, la desconfianza y ahora cosechan amargamente la defraudación que sienten los desanimados opositores. Están más que seguros que serán derrotados una vez más por la vía electoral. Por eso, los demócratas de pacotilla, apuestan por la vía violenta y el golpismo suicida.



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Richard Canán

Sociólogo.

 @richardcanan

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