Se ha revelado nuevamente Capriles. Su verdadero yo. De intolerancia, de falacias, de desprecio total hacia los otros. Sigue lleno de amargura, deshojando margaritas por el despecho ante el permanente rechazo que recibe, principalmente de sus propias huestes.
Presenta una severa ruptura con los diferentes partidos políticos de la fauna opositora criolla, pero también a lo interno de su propia tolda. Las diferencias en los modos son inocultables. No hay manera de amalgamar y defender las disímiles posturas que ya son irreconciliables. Cada actor político es una parcela, allí están atrincherados defendiendo su parte de la nada.
Capriles quiere diferenciarse. Pero es hasta cobarde para reconocer públicamente sus maquinaciones. Pretende actuar con autonomía y deslastrarse de la oposición venezolana que está totalmente subordinada a la Alianza del Pacífico y sus perritos falderos (sí, Almagro y compañía).
Su último disparate se llama la Fuerza del Cambio. Una organización política validada legalmente ante el Consejo Nacional Electoral, en principio, para que "28 alcaldes de oposición, actualmente en ejercicio" puedan postular candidatos y "participar en las próximas elecciones de concejos municipales". Competir electoralmente sin las ataduras que han impuesto los partidos de extrema derecha, que reciben órdenes directas de la Casa Blanca de no participar en proceso comicial alguno.
Capriles señala con extrema candidez y desfachatez que "No es traición votar en municipales", que él sigue siendo un vigoroso militante de Primero Justicia. Y justifica la jugada electoral, argumentando que es imperiosamente necesario que los alcaldes (afines a él) "defiendan sus municipios" y no pierdan las mayorías que poseen actualmente en los concejos municipales.
El desmemoriado Capriles, suelta lágrimas de cocodrilo arguyendo que se vio obligado a montar tienda aparte porque le "ilegalizaron" al partido de su corazón Primero Justicia. Ni se atreve a mencionar que este partido y su máxima dirigencia han estado involucrados, desde el año 2002, en cuanto golpe de Estado, salida violenta, bloqueo y demás actuaciones perversas en contra de su propia patria. Ellos se negaron a participar en las elecciones y luego se negaron a validarse. Tienen miedo a contarse públicamente porque son unos demócratas de pacotilla.
Pero a Capriles se le sale un mea culpa (algo bien raro), y reconoce sus propias debilidades y limitaciones. Señala que "No es un problema de liderazgo sino de la política, hay problema de desconexión y la política que no le da respuesta". Es decir, asume que la extrema derecha, con su agenda golpista, ha estado bien alejada del sentir de la gente.
Es más, realiza una fotografía del entrampamiento en que viven los sectores más radicales de la ultraderecha, sus amigos los golpistas, los que promueven por todo el planeta el bloqueo financiero, económico y comercial, así como la intervención militar del país. Capriles los retrata vívidamente, son grupos de poder que quieren "jugar a la antipolítica". Quieren asaltar el poder por vías no democráticas, no electorales. Estos sectores están destinados al fracaso, porque enfrentan el infranqueable espíritu democrático de nuestro pueblo. Sin embargo, en sus andanzas andan haciendo el mal. Generando malestar y descontento entre la gente, apostando a que el conflicto social les dará réditos políticos. Son unos miserables.
En todo caso, esta jugada de la Fuerza del Cambio es un mensaje directo a su ex mejor amigo, el apátrida Julio Borges. Hace rato que no se hacen selfis juntos. Capriles anhela ser el líder único. Su eminencia, el príncipe. No le importa dividir a su propio partido. Está claro que Primero Justicia está herido de muerte, pues la facción dominante de su dirigencia se ha decantado por el golpismo, el terrorismo, el bloqueo financiero y la intervención militar. Todo salido de la mente putrefacta de Borges. Esto ha ahuyentado a los militantes y simpatizantes demócratas que pululaban alrededor de esa tolda política. Craso error que pagarán por siempre.
Capriles también quiere emular a Leopoldo López. Otro príncipe que tiene su propio partido, su propia franquicia electoral de extrema derecha, donde nadie le disputa el liderazgo, ni le refuta ninguna instrucción. Sean estas dedicarse a las hogueras ardientes de las guarimbas o a las viles acciones de terrorismo.
A estas alturas, Capriles no tiene nada que perder. Él está ensayando, maquinando opciones para resucitar su liderazgo. Sin las ataduras y humillaciones de tener que subordinarse al Comité Político Nacional o a la Junta de Dirección Nacional de Primero Justicia. Sin tener que ningunearse ante la fauna de la MUD. Si la jugada de Fuerza del Cambio le cuaja, no necesitará nunca más de ellos.
En las cuentas de Capriles no aparece el enorme rechazo que su figura genera entre el pueblo venezolano. Perdió el manto divino. La gente lo reconoce como el quejoso perdedor de las elecciones presidenciales. Lo reconocen como el peor gobernador en la historia del estado Miranda, utilizando esta instancia de poder únicamente como caja chica y trampolín para sus ambiciones personales. Su gestión logró pauperizar y destruir todas las instancias de atención a las comunidades, principalmente en las áreas de seguridad ciudadana, salud, cultura y deportes.
El nuevo partido de Capriles, la Fuerza del Cambio, nace con la pata coja. Sin masas y sin la credibilidad de un líder de peso. Es una tienda aparte para seguir hablándose así mismo (por Periscope). De allí no pasará.