Autoengaño oposicionista

Ante la frustración que les produjo la derrota del 15 de
agosto de 2004, fecha del referendo revocatorio que confirmó a Hugo Chávez
en la Presidencia, pusieron el grito de fraude en el cielo.

Lamentablemente los santos no los oyeron. La OEA bajo la
dirección de César Gaviria, un colombiano insospechable de simpatizar con el
proceso revolucionario, coincidiendo con el Centro Carter, avalaron el
resultado electoral y el comportamiento inobjetable del CNE.

Los comicios posteriores transcurrieron sin dar motivos para
la invalidación y así se eligieron gobernadores y alcaldes. Luego, el 4D
2005, ante la inevitabilidad de la derrota en las elecciones parlamentarias,
intentaron sabotearlas llamando a la abstención. El acto resultó un
autosuicidio, según el término ideado por Carlos Andrés Pérez.

Como resultado de la ausencia oposicionista los diputados del
sector oficial coparon la Asamblea Nacional, sin que nadie pueda discutir su
legitimidad. Entonces acusaron a Chávez de acaparar todos los poderes, como
si la abstención del 4D hubiese sido urdida por el oficialismo.

Lo tragicómico es que entre los alegatos para provocar la
abstención denunciaron a las máquinas captahuellas como aparatos perversos,
destinados a desarticular el secreto del voto. Los medios de comunicación
privados las convirtieron en villanas inaceptables. Las captahuellas eran
instrumentos diabólicos al servicio del fraude.

La alta sociedad civil, horrorizada, las rechazó como
herramientas infernales, colocadas por el CNE con la sola intención de
fichar a los votantes de oposición. Tanto le dieron al tema que lograron
satanizar a las malhadadas máquinas, convirtiéndolas en una razón para no
votar (³¡con mis huellas no te metas!²).

Ahora quieren desmontar la mentira. Las captahuellas no sirven
para nada, son inofensivas; el secreto del voto está blindado.

La culpa, naturalmente, es del oficialismo, que se empeñó en emplearlas para
asustar a los votantes temerosos.

Los electores de oposición ya no saben que hacer. Muchos se
abstendrán de votar, no tanto por las captahuellas, sino porque no le creen
ni a sus dirigentes.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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