El 5 de enero, domingo, en Caracas, la asamblea se reunió en una gran fiesta de la democracia burguesa. El show ha podido ser en el parlamento español o el congreso del Perú, en cualquier país de democracia capitalista se presentan estos espectáculos en los parlamentos, esa es su principal función: circo, distracción.
Fue un espectáculo en la mejor tradición del lumpen sindical, la guarimba gringa y el cretinismo parlamentario: el atropello, la fuerza, la mentira como arma política. El resultado no podía ser más patético: ahora tenemos tres parlamentos, dos presidentes y un vacío inmenso en el alma nacional.
A primera vista se pensaría que la batalla fue entre gobierno y oposición, pero el travestir de parlamentarios de un bando a otro nos indica que esos campos no son tan antagónicos. La conclusión es clara: fue una pelea entre mellizos, gobierno y oposición son facciones capitalistas que se disputan el derecho a disponer de las riquezas nacionales, por decidir cuál imperialismo, el ruso, el chino, el gringo se quedan con las riquezas de la Patria. ¿Cómo llegamos a esta situación? Veamos.
Desde el asesinato de Chávez (con esa investigación se hacen los locos) emerge con claridad la gran batalla política: la lucha entre el socialismo y el capitalismo. De más está decir que con la muerte del Comandante, el socialismo pierde su jefe y comienza la restauración capitalista. Y como suele suceder, los "hijos de la Revolución devoran a su madre". Los maduristas dirigen la gran operación de restauración del capitalismo y olvido del socialismo, del chavismo chavista, y hay que decirlo con valentía: han tenido éxito.
Hoy, después de seis años, en el escenario sólo hay fuerzas capitalistas: guaidó, el madurismo, los partidos que se sientan en el lúgubre diálogo, los militares, todos son capitalistas, el socialismo ya es una mala palabra, Chávez es un espectro. Le faltan el respeto a su memoria, deforman su imagen.
El cuadro político está copado por el capitalismo, la política hoy es una disputa entre capitalistas. No obstante, hay esperanzas. Mientras los capitalistas montaban su show, mientras la política se avergonzaba por el cretinismo parlamentario, aparecía en Aporrea un verdadero manifiesto histórico. Pasó con discreción, no brilló con la importancia que tiene, así sucede al principio de las cosas importantes: se trata de un intento muy serio de agrupar la corriente socialista, al chavismo chavista. Veamos.
El artículo de Aporrea titulado: LA PATRIA AL PIE DEL PATÍBULO RECLAMA EL AUXILIO DE SUS HIJOS está calzado por el Ministro Ramírez, y en uno de sus párrafos dice:
"Llevados por el espíritu bolivariano y chavista, proponemos la creación de una Comisión Promotora de esa Junta Patriótica de Gobierno, y nos permitimos convocar a un grupo de venezolanos para discutir la idea".
Se trata de un intento de agrupar a los chavistas alrededor del pensamiento de Chávez: respeto a la Constitución y al Plan de la Patria, el Socialismo, ¡cuidado con el reformismo!, ¡contra la lógica del capital! es decir, ser leales al testamento político de Chávez.
El llamado es importante por su contenido, que los chavistas de Chávez discutan es una buena noticia, y es importante por su convocante, se trata del Ministro que más tiempo estuvo en el Gabinete Chavista, hasta el último minuto, y se trata del Ministro chavista que ha sufrido la persecución más feroz por parte del desleal madurismo. Nadie de la derecha gringa ha estado sometido a una campaña de desprestigio tan brutal y tan eficaz (la canalla es eficaz para destruir). Berruecos puede ser con balas o con mentira…
Muchísimos fueron reclutados por la campaña de desprestigio, no nos debe asombrar, desde siempre los dominantes han sabido destruir moralmente a sus opositores. Desde Cristo, la mentira, creída por los pueblos los ha privado de sus dirigentes. Pero dejemos que sea la conducta la que defina los campos y la moral de los líderes. Berruecos no debe repetirse.
Por ahora, apoyemos la iniciativa de Ramírez, dotemos al Chavismo chavista de su vanguardia, imprescindible en la batalla que amenaza arreciar con el fracaso rotundo del pragmatismo madurista y el ruido del inquieto sable.