El madurismo, cada vez con más insistencia e irresponsabilidad, hace una declaración de guerra a Colombia, y cada vez es más descarada en su intención y sus propósitos. El asunto es tan sencillo cuanto peligroso: el gobierno, agotado, asustado, encuentra en Colombia una excusa para distraer a quienes teme: a los militares y a los civiles.
El madurismo, en su fracaso político y económico, teme una reacción de la masa civil que ya comienza a aparecer en el aumento en calidad y cantidad de las protestas, son inocultables, todos los días van a la calle los agraviados a reclamar sus derechos, el malestar social se enfilará, tarde o temprano, contra Miraflores. Y el madurismo sabe que lo que pasa en el mundo civil tiene su reflejo en el mundo militar, y sabe muy bien que es el mundo militar el que tiene la última palabra a la hora de decidir el desenlace de esta crisis.
Y aquí el madurismo comienza a patinar, calibra mal a los militares, no los conoce, los trata como a niños que se pueden amenazar con el monstruo en el closet, o con el viejo de la esquina. Piensan que levantando el fantasma de una guerra con Colombia los mantendrá distraídos y ocupado, engañados. Pretenden que los militares que sienten en carne propia el desastre de este gobierno, la entrega de las riquezas nacionales, la persecución de sus compañeros de armas, la traición al pensamiento de Chávez, se coman el cuento que el enemigo es Colombia y no detecten que el verdadero enemigo de la Patria es el madurismo.
Les faltan el respeto a militares y civiles, pretendiendo que levanten armas contra los colombianos. Se equivocan. Los militares venezolanos han dado muestras históricas de su entrañable unión con el mundo civil, las dieron desde el nacimiento mismo de la nacionalidad, los militares han participado con protagonismo en las luchas más hermosas de este pueblo, fresco está el recuerdo de Ponte Rodríguez, de Hugo Trejo, de Larrazábal, el Teniente Tulio, el Capitán Manuit, y cercano, fundido con el corazón popular, el recuerdo de Hugo Chávez, hoy traicionado. Los militares venezolanos no son borregos, tienen inteligencia y conciencia, conocen el país como nadie, no son fáciles de engañar. Saben que en la guerra, como en la política, lo principal es saber determinar quién es el enemigo, dónde está, conocerlo.
Y saben que el enemigo de este país no es Colombia, que hoy alberga a casi dos millones de venezolanos que huyen del madurismo que actúa como un ejército de ocupación, una cabeza de puente de los imperios. Saben a ciencia cierta, lo viven en carne propia, que el enemigo es el madurismo y su desastre, su entrega al imperialismo ruso; que es guaidó y su entrega descarada a los gringos. Saben que el problema de este país no está fuera de las fronteras, está aquí adentro.
La excusa de la guerra con Colombia es una alerta de la debilidad del madurismo, y del peligro de un gobierno sin escrúpulo, sin principios morales más allá del lucro. Cuando se vea acorralado, será capaz de cualquier barbarie, cualquier irresponsabilidad, llevar el país a la guerra con Colombia hermana, a los jóvenes a la muerte, a la nación toda a las crueldades y dificultades que significa una guerra, y en esa locura, en ese crimen arrastrar a civiles y militares.
¡CHÁVEZ, RESPETO!