La egoísta y mezquina clase media

La clase media venezolana es un grupo heterogéneo, compuesto por varios sectores mezclados. Incluye entre otros, a profesionales y técnicos que lograron acceder a la educación formal durante la Cuarta República, a pequeños y medianos empresarios, comerciantes, funcionarios públicos e inmigrantes mayormente europeos. Durante las cuatro décadas de control de la administración del Estado por los adecos y copeyanos, esa clase tuvo momentos de expansión vinculados al incremento de la renta petrolera, y períodos de contracción asociados con políticas neoliberales, que obligaban al país a seguir las medidas impulsadas por Estados Unidos, a través de los organismos financieros internacionales.

Una vez caído Pérez Jiménez, cuando su represión ya era insoportable para los venezolanos y su nacionalismo incómodo para el gobierno gringo, se adoptó el fortalecimiento del estrato social intermedio como estrategia para prolongar la naciente democracia representativa. Por eso, los gobiernos sucesivos y en especial el primero de Carlos Andrés Pérez, mediante diversos mecanismos incluyendo la corrupción, orientaron hacia la clase media las ganancias provenientes del aumento de los ingresos por la venta del petróleo. A las clases populares, que crecían con una tasa mucho más alta en la periferia de las grandes ciudades, llegaban sólo unas gotas de esa riqueza. Así se pusieron de moda a mediados de los setenta, los viajes mensuales de familias de clase media a Miami (meca “cultural” del sector), donde las compras irracionales y las inversiones compulsivas de los venezolanos se convirtieron en casos de estudio y tema para la filmación de documentales. Ese nuevoriquismo criollo fue duramente criticado por conocidos líderes de la oposición actual, que entonces figuraban en la izquierda.

Posteriormente, con las obligadas devaluaciones monetarias, con la inflación que degradaba casi instantáneamente cualquier aumento de salarios, y con el sistemático debilitamiento de los precios del petróleo, orquestado también desde el norte pero con apoyo local evidente, se opacó tanto a la clase media que a finales de los años ochenta y principios de los noventa era frecuente hablar de la “proletarización” de la misma.

Pero al mismo tiempo, y paradójicamente, tal flaqueza fue confiriendo un sentido de “exclusividad”, un “espíritu de clase”, a quienes aún se sentían dentro del estrato medio, unidos por la aspiración común de llegar a ser algún día aceptados como miembros de la oligarquía, o al menos del jet set local, y por la sensación de ser superiores a las masas populares. La nomenclatura impuesta refleja hasta hoy tales diferencias: los pobres viven en cerros y la clase media en colinas y terrazas; la clase media está dominada por pieles blancas y las pobres por morenos, niches o “monos”. Esas diferencias no son nuevas, existen desde siempre, pero si antes se disimulaban porque los pobres “sabían ocupar su puesto”, ahora son muy notorias por el empeño del “comunista” Chávez en su política de inclusión social.

El interés de la clase media venezolana no es la búsqueda del bienestar, entendido éste como la condición en la cual se cubren todas las necesidades básicas, se tiene acceso a la salud, a la seguridad ciudadana, a la educación y a la cultura en general, al crecimiento intelectual y espiritual, mientras se disfruta de un ambiente sano y pacífico, que permite al ser humano acercar sus logros al potencial de sus capacidades innatas y aprendidas. No, el interés de la clase media venezolana, auspiciado por la incesante avalancha publicitaria que penetra las familias a través de la TV y otros medios de divulgación masiva, es mucho más fatuo, es tener los carros más modernos y lujosos, las computadoras más potentes, los diseños que impone la moda y en fin, acumular toda la riqueza material posible, independientemente de los medios empleados, a fin de repetir y sostener el esquema de explotación y opresión propio del capitalismo, que les ha permitido el éxito.

La clase media es profundamente egoísta, y su “espíritu de clase” se gestó bajo los lineamientos de sucesivos gobiernos independientemente del color, porque todos obedecían a los mismos intereses del imperio. En el ámbito educativo, el desamparo de los gremios docentes se constituyó en una política recurrente de varias administraciones del puntofijismo, que logró el objetivo neoliberal de desmembrar los planteles públicos y fortalecer cada vez más a los privados. Con ello, el acceso a las universidades se haría más difícil para los bachilleres provenientes de liceos públicos, de manera que las universidades nacionales en pocos años dejaron de ser populares para convertirse en elitescas. Eso explica por ejemplo, el comportamiento actual de muchos profesores de la UCV, a pesar de que el gobierno de Chávez es el único que ha cancelado deudas acumuladas durante décadas, ha agilizado el pago de prestaciones, devolvió el Jardín Botánico confiscado por Caldera, y sólo exige claridad en la administración del presupuesto universitario. Aunque el rectorado de la UCV – con honrosas excepciones -casi siempre ha estado en manos de la derecha, en la masa estudiantil y buena parte del cuerpo profesoral, antes dominaba una izquierda combativa que se hacía sentir ante los gobiernos entreguistas que marcaron la época. Tristemente, ahora muchos ucevistas se identifican con la oligarquía y exhiben un anticomunismo rabioso, guiados por quienes antes enfrentaban al gobierno norteamericano.

Hoy en día la clase media, que en esencia no ha sido perjudicada por las decisiones del gobierno de Chávez, lo que no tolera es que se imponga una política de inclusión que les haría perder una “exclusividad” que tanto les ha costado. Eso de que miles de bachilleres puedan tener acceso a la educación superior gracias a la Misión Sucre, que el Teatro Teresa Carreño se llene casi a diario con gente de las zonas populares, que PDVSA financie proyectos sociales, que las leyes protejan ahora a los conserjes, que las pensiones del Seguro Social se tramiten y cancelen con premura, que en los barrios pobres haya servicios médicos gratuitos, que existan emisoras de radio y TV comunitarias, que los cubanos nos hayan ayudado a vencer el analfabetismo y que, para colmo, tengamos como presidente a un militar humanista que lee vorazmente y pretende contagiar al pueblo para que se culturice y trabaje, para ellos es sencillamente intolerable.

Afortunadamente, no todos los miembros de la clase media se comportan de la misma forma. También hay en ella reservas que combinan valores morales con buena preparación científica, tecnológica y humanística, que deben ponerse cuanto antes al servicio del país, en la búsqueda del modelo de desarrollo propio, más solidario y menos consumista, que propone el presidente Chávez. Ese sector de la clase media debe ser estimulado e incorporado de una vez al proceso de cambios en marcha, porque en fin de cuentas se trata de venezolanas y venezolanos valiosos, honestos, con posiciones críticas pero nacionalistas. Bolívar decía que saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio de la función pública. Esa premisa tiene validez hoy más que nunca.

charifo1@yahoo.es


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Douglas Marín


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