El discurso político de algunos sacerdotes es un riesgo para la credibilidad de la Iglesia, ya bastante deteriorada por el escándalo de los sacerdotes pederastas. Y vale preguntarse por qué un sector de la curia, sostiene cada cierto tiempo una calculada polémica con el presidente de Venezuela. Existe una guerra mediática, donde las palabras son balas y los discursos estrategias de guerra. Pero el discurso de los políticos se devaluó y prueba de ello es que los estudiantes no toleran en sus marchas la presencia de los dirigentes de oposición. Precisamente el discurso de los estudiantes es muy ambiguo, superficial y por eso necesita la guía de especialistas, llámese ARS Publicidad. Pero la Iglesia, con la fe de sus creyentes, además de la preparación para la oratoria de los clérigos, siempre ha sido considerada como la voz de los que sufren. Numerosos sacerdotes latinoamericanos asesinados se enfrentaron a gobiernos autoritarios, incluso el padre colombiano Camilo Torres se alzó en armas, y lo mataron en una emboscada porque no tenía idea de que en un tiroteo es mortal moverse a la vista del enemigo.
Los dueños de medios necesitan discursos para movilizar la opinión pública hacia sus intereses. No es tan fácil, ejemplo de ello fue cuando se pretendió utilizar el asesinato del padre Piñango, y el Fiscal respondió que no se trataba de un robo o un acto político, sino un crimen pasional que sucedió en un hotel, añadiendo la escandalosa información de las heridas presentadas en el ano. Ante semejantes hechos, la Iglesia dio un frenazo y disminuyó la polémica política. No fue casual, el hecho podía relacionarse con un escándalo mundial sin precedentes. Por ejemplo, la arquidiócesis católica de Los Ángeles, la mayor de Estados Unidos, divulgó un detallado estudio en el que cifra en 656 el número de denuncias de pederastia presentadas contra sus clérigos desde 1930. Se trata del mayor número de abusos reportado hasta ahora por cualquiera de las diócesis estadounidenses, partícipes de un informe nacional. Pero las denuncias se dieron en México y otros lugares del mundo. Y hasta un lector de esta columna me envió un mensaje asegurando que fue víctima de abuso sexual por parte de un sacerdote en Maracaibo. Estos hechos están en la opinión pública, son un duro golpe a la imagen de la Iglesia, por tal motivo el portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, afirmó que la Iglesia Católica está dispuesta a comprometerse para que no se repitan los abusos sexuales por parte de sacerdotes y religiosos. Pero en los medios venezolanos se desconoce esta situación. Cada cierto tiempo un grupo reducido de sacerdotes venezolanos acaparan las páginas de los diarios y los programas de TV, para pronunciarse políticamente en contra del gobierno. Los sacerdotes que se pronuncian a favor del gobierno son ignorados, los que se mantienen neutral y se pronuncian a favor de la mesura son ignorados.
Cuando el Monseñor Porras trató de utilizar la muerte del padre Piñango como discurso político contra el gobierno, estuvo a punto de colocar a la Iglesia en un callejón sin salida. De manera inteligente abandonaron los medios, y hoy regresan con otro argumento, la libertad de expresión. Y curiosamente engavetan otro tema que originó polémica en los pasillos del Vaticano, como lo es la Teología de la Liberación, una corriente teológica que comenzó en Iberoamérica después del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968). Utilizar la sotana para revalorizar el discurso político y en defensa de intereses económicos es peligroso para la Iglesia y la fe de sus creyentes. Porque la polémica en su movimiento natural, tocará otros temas tabúes.
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