Una de las características de la oposición política venezolana es su escasa capacidad para discernir o razonar y escoger de un haz de alternativas aquella más apropiada para su juego político donde se desenvuelve. Tiene una fijación alimentada por un síndrome de la derrota que le impide un discernimiento lógico. Está convencida, en su gran mayoría, de que la única forma de alcanzar el poder es mediante un acto de fuerza, no propio, sino proporcionado por la participación extranjera. Creo que es un caso singular en la historia política mundial. Contribuye en esa apreciación la estimación engañosa de unos medios de difusión social, enceguecidos por su pérdida de poder, sin contención moral ni contenido ideológico y que como gemelos unidos, sucumben juntos.
Sus dislates han conformado una concepción novedosa de la lucha política, muy parecida a las huelgas de hambre que, aparte de lesionar el aparato digestivo, nunca han logrado sus objetivos.
La consagración de la abstención para que la presión de la opinión pública mundial derrote al gobierno es absolutamente estúpida. Votar es la manifestación genuina de una democracia y fundamentalmente un deber cívico, pero nadie ha dicho que es inherente a ella, inseparable; en cambio sí lo es una expresión popular importante manifestada en las urnas. Así como el votante tiene el derecho de votar en blanco, también puede dejar de hacerlo y la democracia no se minimiza por esa circunstancia que no tiene otro origen que la rabieta de sentirse perdido.
La abstención de los sostenedores del gobierno sí es grave, pero no así la de la oposición.
Es una postura que a fin de cuentas a quien daña principalmente es a ella y el mundo comprendería las verdaderas razones de esa inhibición: el miedo, la cobardía y la falta de consistencia democrática. La abstención en las elecciones parlamentarias del 4 de diciembre de 2005 en el fondo benefició al gobierno, permitió un período parlamentario en paz. Por otra parte, los líderes abstencionistas no han participado en política en los últimos tiempos por otra vía que no sea la guarimba y el show mediático, ni han recibido sueldos que alivien, o complementen, el salario mercenario proveniente del Norte.
Abogado