A Carola Chávez

Venezolanos siete estrellas

Las complicadas y laboriosas recetas de cocina colonial comenzaban con: “Tome usted seis negras esclavas…” La receta que hoy propongo comienza: “Reúna media docena de venezolanos de clase media…y pídales que dibujen una mata de cambur con su racimo”. Todos dibujarán los cambures apuntando hacia abajo, porque así los han visto siempre en el supermercado o en las historietas de Walt Disney. Sin embargo todos han visto una mata de cambur.

¿Cambures para arriba? Así aparecieron dibujados en un folleto del Parque Nacional Guatopo o en una valla publicitaria colocada en la Plaza Venezuela de Caracas que recomendaba “No pidas un cambur, siembra una mata” junto al dibujo de un racimo de 3 o 4 metros,…con los cambures hacia abajo.

MONTE Y CULEBRA

La Nación que nació con la independencia le dio la espalda al pueblo y a la tierra. Quería ser inglesa o francesa y creía en la lucha de “la civilización contra la barbarie” que realmente era “entre la naturaleza y la falsa erudición” dice Martí.

En 1874 el sabio Adolf Ernst se hizo traer del cerro El Ávila toda clase de flores tropicales para adornar la ceremonia de inauguración del primer Museo Nacional en Caracas. Las elegantes caraqueñas, maravilladas, le preguntaron al sabio cómo había logrado traer esas flores de Alemania y, al enterarse de su origen, hacían un mohín de desprecio: “Ah, es monte” y les daban la espalda.

VENDEMOS PETRÓLEO

El pueblo esclavizado por la sanguinolenta administración de Juan Vicente Gómez, diezmado por jefes civiles y paludismo, migró hacia los campos petroleros, integró sindicatos y partidos, adoptó el nuevo universo simbólico de la burguesía mundial difundido por la radio, por el cine y, posteriormente, por la televisión. La unidad perdida por el desarraigo la encontraban en el espectáculo. La población se concentró en la costa, de espaldas al país, a su naturaleza y su naturaleza humana. Venezuela fue un mostrador en una playa, con un letrero que rezaba: “Vendemos petróleo”.

Ser civilizado era adoptar los valores y usos de la burguesía dependiente, inculta y pitiyanki, imitar a los ricos. Dice Britto García que la imitación es el homenaje más abyecto que la indigencia le hace a la opulencia.

PATA EN EL SUELO, ALPARGATUOS Y TIERRUOS

Los burgueses venezolanos despreciados por los gringos sólo se sienten superiores despreciando a sus compatriotas pobres. Pata en el suelo, alpargatuos, tierruos, monos, son los insultos que lanzan al pueblo por su cercanía al suelo de la patria. Insultos racistas y clasistas contra los adecos del 45 y contra los chavistas de hoy. Para los burguesitos la patria son ellos y lo que puedan ver a través de los vidrios ahumados de vehículos doble tracción con aire acondicionado. Por cierto, los burguesitos de esas competencias “todoterreno” ignoran que las mismas son promovidas y utilizadas por la inteligencia militar del Comando Sur de Estados Unidos Estados Unidos, y que la inteligencia social bolivariana tiene “ploteados” sus contactos rurales desde el principio.

APATRIDAS CON PASAPORTE

Esta casta profundamente superficial de apátridas con pasaporte, se cree la Venezuela “decente” y pretende ser mayoría. Sus valores se reproducen en los medios de difusión, en la cultura (con ayuda por acción y omisión del CONAC), en las telenovelas y en los centros comerciales que brotan como hongos para deterioro de la vida y gloria de la mercancía.

Se trata de una deserción en masa de una clase social insensible tanto al palo como a la zanahoria, de una clase social que le niega su aporte al proyecto más humano, más democrático, más libertario, generoso y progresista de la historia de Venezuela. Van p’al cielo y van llorando y ni siquiera aceptan que les regalen una estrella.


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Eduardo Rothe


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