La necesidad de agredir a Chávez, por parte de la oposición, los ha obligado a recurrir a todo tipo de calificativos que, en la medida que los van lanzando, los coleccionan, los entrelazan con guiones, les ponen sal y se los comen.
Yo no puedo evitar la risa cuando leo algunos de estos calificativos encadenados como: autócrata-narco-FARC-comunista. Al final estos insultos me recuerdan a los Pokemon, es montón muñequitos que se transformaban en otro más grande y más fuerte y que todos los niños coleccionaban y repetían los sus quinientos nombres al caletre como si fuera una cosa importantísima.
Después de diez años de intenso uso de estos epítetos, los periodistas se empiezan a sentir una especie de desgaste creativo, pero siempre hay alguno que, como lo hizo esta semana Andrés Oppenheimer, sacan de la manga perlas como esta: ‘’Chávez el narcisista leninista’’. Eso, señores, es talento literario.
De esa larga cadena de insultos, el favorito de todos los tiempos es ‘’populista’’, y es aquí donde se les nota la costura.
Es que la democracia que estos paladines de la libertad defienden a fuerza de insultos y mentiras, funciona de esta manera: el pueblo vota por un presidente que luego gobierna de espaldas al mismo. El pueblo tiene la palabra, por unos brevísimos instantes, una vez cada tantos años y ese momentito de expresión les termina costando demasiado caro. Votar los convierte en responsables de los desmanes que cometa el presidente, y este no duda en recordarles que fueron ellos quienes lo eligieron, pero a su vez, sufre de amnesia crónica a la hora de representar dignamente al pueblo que lo confió en él.
Todavía tengo fresca en la memoria la imagen televisiva de Carlos Andrés pidiéndonos sacrificios, como si un pueblo saqueado todavía dispusiera de algo más para sacrificar. Recuerdo a Lusinchi y a su Abogada exprés, recuerdo a los corruptos huyendo a Miami y regresando varios años después cuando prescribían sus delitos, mucho antes de que sus víctimas dejaran de padecer las consecuencias de los mismos. Recuerdo la impotencia que me llevó a irme de mi país, recuerdo la desesperanza de la mayoría que no se fue, recuerdo el cinismo, la soberbia, el irrespeto… y mis recuerdos solo comienzan en el año 83, que es cuando decidí lanzarme a la vida porque me había llegado la hora y no porque no tuve más remedio. Recuerdo con dolor el impacto que me produjo descubrir que nuestro futuro se lo habían robado.
Por eso me alegra tener un presidente populista. Nunca un intento de insulto fue tan halagador. Es que gracias a su populismo veo como la gente recuperó la esperanza, veo cómo nuestros niños crecen en un país distinto al que me tocó crecer a mi, veo como su futuro está allí y se presenta bueno, veo que no van a tener que recordar tanta miseria regalada por tantos hombres con corbata, sonrisas ensayadas y palabrerío rococó.
Mi futuro y el de mi generación nos ha llegado con retraso pero mi presi nos lo devolvió. Y eso nunca lo voy querer a olvidar.
carolachavez.blogspot.com