A partir de la década de los setentas, se intensifica una producción intelectual en el ámbito de sociología de la educación, decidida a cuestionar los aportes que sociólogos marxistas habían formulados para abordar el análisis y comprensión del fenómeno educativo. Se cuestionaba la propuesta de Althusser dirigida a marcar que la función de la educación (y la escuela) era la de ser un “aparato ideológico” al servicio de un determinada clase social. Se inicia también en esa década; el cuestionamiento de la propuesta de J.C. Passeron (La Escuela Capitalista) y del Trabajo “La Reproducción” de P. Bourdieu y Passeron, cuya idea central, se orientaba a postular que el sistema educativo apostaba por la reproducción del orden social existente, tanto en el plano social, como en el ámbito estrictamente ideológico.
Una corriente denominada “critica” comenzó a cuestionar parte de estos argumentos, asumiendo que si bien la “reproducción social” era una condición esencial de la escuela, desde los espacios escolares, también se concretaba una oportunidad para la apertura de procesos de movilización social y política. Probablemente, esta visión tiene en nuestro caso, argumentos que confirman en parte este razonamiento, porque desde la escuela y con la visión de Prieto Figueroa; la escuela fue un vehículo efectivo para transformar socialmente al país, más esa transformación social que se concretó con la aparición de una “clase” media, estuvo centrada en una movilización social pero no produjo un cambio en cuanto a una nueva manera de “ser venezolano”.
Ser “otro socialmente” no estuvo asociado con un proceso de desarrollo intelectual que le ofreciera a ese segmento las herramientas para entender o comprender la realidad del país o para asumirse como un sujeto crítico ante el devenir venezolano. El sistema educativo “castró” políticamente a un contingente importante de los beneficiarios del servicio educativo y aunque parezca increíble, eso “castración” explica el comportamiento actual de esos objetos (no sujetos) y las lagunas que tienen sobre recientes acontecimientos políticos.
Si uno llega a terciar una conversa con algún miembro de este grupo de venezolanos, es fácil determinar que sobre los años de los sesentas, setentas y ochentas tienen inmensas lagunas e ignoran hechos y acontecimientos de la historia reciente del país. Ignoran completamente las condiciones políticas en las cuales se desenvolvieron países de America Latina para esas décadas y para muchos de ellos, Allende no existió y Pinochet pudo haber sido un presidente democrático de algún país de América. Esa “castración” no le permite explicar las razones de un golpe de estado o un magnicidio o entender, cómo los EEUU ha sido el planificador, inspirador y financista de todos estos actos.
El desarraigo no es un fenómeno fortuito o una especie de tragedia que cayó sobre el país. Sentirse o reconocerse como venezolano por la arepa de “harina Pan”, tal y como se nos lo dice en un comercial, más que por el maíz, es una manera de ver crudamente la superficialidad con la que se ha venido alimentando el alma de esos objetos/seres, que los hace presa fácil de la manipulación mediática. Ese tipo de alma, está muy lejos de esos versos que nos dejara musicalmente Maelo y que pudieran ser más bien una definición de lo que somos y que estos objetos son incapaces de captar, cuando nos cantaba: “Yo tengo un sabor a playa en este cuerpo/ Y un sabor a coco que me quema/Una canción nocturna en mi garganta/Manchas de plátano corren por mis venas/Traigo rumor de olas en mis orejas/ Y ecos de tambores que arrebatan/Un dolor de tristeza en mi sonrisa/Tengo la PIEL MORENA Y ME ENCANTA” . En el fondo son objetos pálidos e insípidos.
El hecho de asociar la “harina pan” con la venezolanidad y de mostrar solidaridad con cualquier ataque a Venezuela no es una circunstancia propia de esos venezolanos (clase media) que ahora tienen entre 45 y 50 años. La generación de “jóvenes Gerberes” que ahora tienen entre 25 y 35 viven dentro de la misma superficialidad. Es prácticamente imposible colocar a estos seres de la “generación Gerber” en el plano de explicarnos la suerte de muchos jóvenes que tiñeron de sangre las calles caraqueñas luchando por un cupo en las universidades o por un pasaje estudiantil justo. No miraron ni sintieron nunca la exclusión. No fueron formados para leer y mirar críticamente la construcción del país y creo que sus hábitos de lectura no fueron más allá de los apuntes que tomaban en clases: Son seres inmediatos casi desechables. Su transito por las universidades ocurrió dentro de una burbuja que los transportaba de sus casas a las aulas de la universidades y de ahí, nuevamente a su “mundo” Gerber.
¿A qué viene esto?
Los acontecimientos recientes con la denuncia de Golpe del Estado, magnicidio y posición fijada por sectores vinculados a los intereses de ad, copei, pj, mas, abp (así con minúsculas), permiten colocarnos frente a ese fenómeno de la superficialidad. No son datos o referencias del país que olvidaron voluntaria o involuntariamente; simplemente no existieron. Noel Rodríguez (por colocar un caso entre miles) no existió y por ello no pudo ser desaparecido.
Esa es la razón que mueve a la dirigencia de la oposición a pelear para que no se “metan con su educación” y por los vientos que soplan, “esa educación” no será tocada. Aspiran a que el servicio educativo tenga un costo alto para que las pocas familias de ese segmento sean los únicos beneficiarios. Luchan también porque los contenidos programáticos no se modifiquen sustancialmente y el país, por el sentido y orientación del currículo, sea simplemente un lugar donde se pueda permanecer o se asuma como un hotel, tal y como lo manifestó Cabrujas.
Es necesario en función del proyecto de país que aspiramos construir, decidir meternos “con su educación” para solidarizarnos con ese pensamiento que en 1948 escribió y nos dejara Mariano Picon Salas:
Formar pueblo, es decir, integrar nuestra comunidad nacional en un nuevo esfuerzo creador; tocar la confusa multitud en una consciente; vencer la enorme distancia, no sólo de leguas geográficas, sino de kilómetros morales que nos separan a los venezolanos, y adiestrar comandos, es decir, hombre que comprendan su tiempo, que se entrenen para la reforma con que debemos atacar nuestro atraso; que tengan voluntad y coordinen sus esfuerzos, son las tareas educativas más presurosas que reclama nuestro país”
evaristomarcano@cantv.net