En vista de que se ha destapado la olla de m… del hombre que sólo le hace honor a su apellido por lo espinoso –igual que la del Rey de Escaña- y que para mantener el poder político de barro con el que ha construido su poderío económico y con el que refuerza el político, en esa suerte de remolino de pudrición, requiere de una regresión a la alcaldía, luego a una prefectura, a un jefatura, pero siempre con el contacto del Departamento de Estado, y los negocios en dólares, que es lo mismo, para matizar la opinión política me permito anexar una variante de un cuento que puede reflejar un tipo de involución. Involución que muchos apreciaríamos en eso de que deberíamos nacer viejos con todo lo que uno pueda acumular, conocimientos, experiencia y algo de dinero, y rejuveneciendo irlos disfrutando, contrario a envejecer y no poder hacerlo.
Cosas de genética
Los científicos de Escocia, que crearon a Dolly, Molly y Polly, ovejas clonadas adultas, se unieron en sociedad, una sociedad monopolista, con los científicos norteamericanos que ofrecieron clonar seres humanos por 10 millones de dólares.
Habían maravillado al mundo con la única clonación permitida por las autoridades norteamericanas: la de Walt Disney. De esa manera sus parientes, sin sacarlo de la hibernación, lograron que apareciera en todas las pantallas de cine y TV. la sonriente y bigoteada imagen del hombre creativo, nuevamente incorporado al emporio que lleva su nombre.
Estas cosas entusiasmaron a los miembros de una familia zuliana que tenía un abuelo lucrativo que había alcanzado la prosperidad económica en ganadería por la política y ya estaba en avanzada edad. Se encontraba muy enfermo y se dedicaba a lo que más le gustaba: filosofar.
Entonces, después de reuniones de planificación empresarial producto de la dinámica que él había impuesto, discusión de futuros, decidieron arriesgarse a comprar un clon con células de ése su abuelo empresario ganadero y ex político.
Era una considerable inversión, evaluada hasta la justificación económica, que les permitiría, con razonada complicidad, prolongar su productividad y el fácil manejo de las cuentas en el exterior y así garantizar, por muchos años, la estabilidad de todos.
De los complicados acuerdos con los doctores del importante Centro de Investigaciones estadounidenses, vinieron los trámites en las Islas Caimán, no fáciles porque ya que siempre estuvieron en manos del abuelo.
De igual manera ocurría con la consecución de dólares. El sistema cambiario imperante fue un factor de atraso, trayendo como consecuencia la concebida angustia por encontrarse el abuelo en estado terminal de su enfermedad y quien nunca soltaba prendas de los procedimientos del movimiento de los cobres a USA y otras latitudes financieras.
Llegó el día esperado. La extracción del tejido, con premura para evitar cualquier anormalidad posterior ya que coincidió con el repentino fallecimiento de Don Rosal, cuando recién, entre tubos y relojes, cumplía los 81 años.
Dentro de la tristeza familiar, muy satisfechos todos celebraban el producto final del proceso. Además porque, según los científicos, el avanzado y depurado ADN de Don Rosal garantizaba un humano casi igual.
Sin embargo hubo una salvedad, genética por cierto, el clon además de adulto resultó ser un hombre idéntico, dientúo y todo, pero con apariencia de unos 75 años, situación que limitaba la productiva presencia de Don Rosal en el núcleo familiar y empresarial, y fue motivo de acaloradas discusiones.
Pero... ante el asombro de todos, Don Rosal empezó a manifestar un dinamismo increíble, al extremo que lo hacía ver más joven.
Decisión y voluntarismo eran algunas vigorosas manifestaciones cotidianas de Don Clon, como le decían familiarmente, lo cual generaba grandes respuestas favorables a la familia y a la organización ganadera y financiera.
El dinamismo fue increcendo, al extremo de que se rejuvenecía año a año. Inclusive, murió su esposa, ya muy vieja, y los hijos se iban encaneciendo en la medida en que a Don Clon se le oscurecía el cabello que una vez estuvo totalmente blanco.
Comenzó Don Rosal Clon a comportarse con alegría y entusiasmo, lo que agradaba a todo el núcleo familiar. Es más, se le destapó una fuerte actividad sexual. Esta vez con la oportunidad de utilizar sus colosales recursos económicos, sin tener que trajinar en política y con la ventaja de poseer la capacidad y el gusto suficientes que se corresponden a todo aquel quien posee gran experiencia, libertad, y muchísimo dinero, por supuesto.
Podía disfrutar de uno de sus Mercedes; un 560 que conservaba en el garage de su mansión principal, sólo ocasionalmente utilizado por pillerías de hijos y de alguno que otro nieto travieso.
Igualmente disfrutar de su yate Hatteras de 75 pies, que antes usaban sus hijos y amigos, y donde a él simplemente lo montaban… ayudadito.
Así, extremadamente contento, recorrió nuevamente el mundo y que, con las ventajas mencionadas, bebía y comía lo que le placía, patacones y todo. Nada le hacía daño. Ningún alimento ni bebida le estaba prohibido. Ah, no tomaba pastillas ni jarabes de género alguno. Regaló los paquetes de pastillitas azules que por cajas compró y que había ocultado antes de enfermar. ¡Vergación!
Milagrosamente recuperó su dentadura natural. Hasta botó al lago el vaso con la dentadura postiza que comenzó a depredar la lemna. Arrojó por un desfiladero las cajas de pañales para viejos que no dominan sus esfínteres. ¡Lo colmaba la felicidad podía vivir y trajinar sin problemas! No tenía que ocuparse de politiquería, de engaños, su fuerte, sino sólo comprar y regalar relojes, y sobre todo… filosofar. Cómo le encantaba. Se regocijaba en sus viejas frases compiladas en varios “tomos de sabiduría”, como los llamaba.
Por la vida dispendiosa que estaba llevando, ahora sin Contralorías, comenzó a estar sometido a las críticas de los familiares, nietos ya adultos y de los dos hijos viejos que le quedaban, encargados de las haciendas y hatos ganaderos.
Que, además, por vergüenza ni querían tomarse fotografías con ese joven pariente.
Sobre la marcha, gozaba de lo lindo. Pero... con el tiempo y por su gran y exagerado disfrute también iba mermando su capacidad económica. Llegó a la mitad cuando, cronológicamente invertido, tenía 38 años.
Las críticas negativas fueron aumentando. Los bisnietos adultos le condenaban que había consumido lo que les correspondería en las empresas. Que dejaría muy poco a los tataranietos, algunos ya estudiantes de la LUZ, y mucho menos, o casi nada, a los dos tátara tataranietos pequeños.
Sin embargo, estaba feliz. Feliz porque decidió no estar pendiente de los demás, y habiéndole dado un destape total a su egocéntrico comportamiento, disfrutaba de la vida. Solo gastar.
Mucho más feliz por estar en constante rejuvenecimiento. Todo iba de las mil maravillas, hasta que se empezó a preocupar cuando observó que el proceso se aceleró y que junto con la pérdida del dinero, que constituía el encanto con las féminas, disminuían su experiencia y sus pocos conocimientos.
Por otra parte, adquiría progresivamente el vigor, especialmente el sexual, que impone la juventud. Rápidamente pasó a un estado adolescente y su sexualidad se centraba en la masturbación, propia de esa edad.
Repentinamente se fue haciendo más y más muchacho. Se hizo niño. Se volvió bebé y se ocultaba en los huecos ¡Cómo roedoramente chillaba!
Ante la sorpresa de su muy joven última descendencia se hizo feto viviente.
Una mañana, ante el asombro y la zozobra de todos, desapareció. Lo buscaron por todas partes y nada. Hasta que un tataranieto científico, imaginativo y deductivo, con una lupa de altísima potencia revisó la cama.
Cuál sería su sorpresa que en la sábana se hallaba un microscópico punto que alegremente movía la colita.
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