En dias recientes, mientras titilaba en el planeta la bombilla mediática que auguraba –y hasta impresionaba a muchos su sonoro tenor retumbando en los cafetines de la Edad Media europea, Paris, Barcelona y qué sé yo otros antros de estos mundos- el “No más Chávez”, campana doblada por un orangunauta de Colombia, yo me hallaba en medio de un comistrajo y roces de cocineros confusos en un barrio africano precisamente denunciando al Comando Sur.
Trataba con Farid y Mario viendo vainas que comer que no fueran de esas cosas de la clase media alechugada. tomamos un Metro hacia una especie de Medellín oxigenado.
No hay como un hablador de paja, que ha leído títulos de novelas peruanas o mexicanas buenas para hablar de estas cosas antichavistas, sin serlo.
Nos dijo que, por eso mismo y no por sus dotes de gourmet condenado al sótano por prejuicios sexuales en el barrio, no “lograba entender” porque lo tenían “solamente picando aliño”, cuando él y solo él era bueno para los cócteles.
Fue a consulta. Menciona al Presidente.
En la terapia psiquiatrica, se ha dicho que existe después de una intensa jornada, algo clave para ambos.
Digamos que se trata de un problema donde el terapeuta y el paciente no logran plasmar, sobre todo el galeno, a quien le corresponde, en todo caso, por una relación sanitaria, de la patología, entrar entrar en la pista.
Ninguno comprendió.
-Pero Chávez es el condimento de toda esta vaina, le dijo el paciente!
Apareció Barrio Adentro!
