23 Nov. 2015.- Es automatizado, todos sus componentes son verificables, las auditorías se realizan antes, durante y después del acto de votación. Y en cada una de las fases participan y firman las actas expertos representantes de todos los partidos políticos. Hechos como éstos configuran una realidad: el sistema electoral venezolano es inexpugnable.
Si pretenden sembrar sospechas sobre el proceso, quienes tienen esa información de primera mano y, de hecho, comparten con el electorado las llaves que garantizan el blindaje del sistema electoral, necesitan obviar al menos parte de la realidad. Y al parecer la obvian para que su propaganda pueda tener efecto.
Puertas adentro, con el aval de los técnicos técnicos designados por ellos, quienes son expertos con credenciales incuestionables, que jamás han puesto en duda las auditorías que realizan al sistema de votación, los voceros de la oposición reconocen la solidez y la confiabilidad de las elecciones. Nunca han presentado denuncia alguna verdaderamente sustentada contra el sistema electoral.
Sin embargo, los medios de comunicación suelen tener el efecto borra de memoria de algunos artefactos utilizados en películas fantásticas —el flashneuralizador de Hombres de negro—, y ante ellos los voceros políticos de la derecha arremeten contra el Consejo Nacional Electoral (CNE) y desdicen lo que refrendan sus firmas manuscritas en las actas publicadas en la página web del organismo.
El actual sistema electoral, considerado el mejor en la historia política de Venezuela y, sin duda, uno de los mejores del mundo, es el resultado de un proceso iniciado en 1997 y potenciado definitivamente a partir de 1999, cuando se aprobó la Constitución Nacional que estableció el Poder Electoral, como uno de los cinco poderes del Estado, con el mismo rango del Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial y el Ciudadano.
En los últimos 16 años —tras 19 procesos electorales—, la plataforma de votación se ha ido fortaleciendo hasta alcanzar la solidez estructural y la transparencia que ostenta en la actualidad. A ello ha contribuido no sólo la decisión y el compromiso de autoridades y trabajadores del CNE sino también la alta politización del país, que ha exigido un sistema cada vez más robusto que brinde todas las garantías de respeto a la voluntad y a la soberanía del pueblo venezolano.
No es un acto de fe
En Venezuela, a diferencia de lo que ocurre en países considerados modelos de democracia como Estados Unidos, todos los partidos políticos participan en la verificación directa de cada parte del sistema de votación.
Como se trata de una plataforma automatizada, luego de las auditorías, los software que hacen funcionar el sistema se blindan con claves cifradas. A esto los técnicos suelen llamarlo "congelamiento", y en efecto, se "congelan" los archivos, colocándoles una firma electrónica y luego una clave que a su vez genera otra, a través de un algoritmo criptográfico.
Esta clave final es indescifrable, generalmente tiene entre 10 y 32 caracteres, que luego se dividen entre todos los partidos y el CNE para que cada uno tenga una parte, lo cual hace imposible la alteración del sistema. Es como una caja fuerte con una llave dividida en tres partes que abre sí y sólo sí se unen los tres pedazos.
Desde la elección presidencial de 2012 hasta la actualidad se han creado seis nuevas auditorías. El número de revisiones pasó de 17 en 2012 a 23 para las parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, entre ellas, la recientemente anunciada por el CNE para verificar los archivos del software de las máquinas de votación.
En los últimos tres años —incluyendo la elección presidencial de 2012, la de gobernadores, la de alcaldes y la presidencial de 2013— el sistema ha sido evaluado 91 veces sin cuestionamiento alguno por parte de los técnicos, quienes firman al final de las auditorías el acta de aprobación que se publica en internet.
Así, el 1º de octubre pasado, 51 técnicos verificaron que los datos de los electores —nombre, cédula y huella— estén en los archivos que irán a las 40.601 máquinas de votación que serán activadas el 6D por cada uno de los electores después de haber sido identificados a través de la captahuellas, que garantiza el principio de "un elector, un voto".
Los técnicos auditan también el Registro Electoral para verificar que estén inscritos quienes tengan derecho a votar y que se excluya a quien ya falleció o está inhabilitado.
Revisan el software de la máquina de votación para verificar y certificar que recibe, escruta y envía los votos al Centro Nacional de Totalización. Chequean también que el equipo emita correctamente el comprobante de voto que cada elector obtiene para constatar que la máquina procesó la opción política de su preferencia.
Estos datos se congelan hasta la auditoría de Producción, en la que los técnicos comprueban que los archivos certificados previamente son los mismos que se instalan en las máquinas. Luego de este proceso, se toma una muestra de más de 200 equipos de votación y se realiza la auditoría de Predespacho para nuevamente revisar que no hay errores, que se instaló todo lo que ya auditaron y que las máquinas van a funcionar correctamente.
Antes de cada comicio se efectúa también la auditoría al Sistema de Totalización —la del 6D culminó el 13 de noviembre—, que descansa sobre potentes servidores encargados de procesar los votos y emitir los resultados que envían las más de 40 mil máquinas distribuidas en todo el país.
Este sistema es el corazón de los dos centros nacionales de totalización de los que dispone el CNE para garantizar soporte de los resultados. Los mismos técnicos de los partidos que auditaron cada parte de esta plataforma pueden acreditarse también como testigos el día de la elección y observar el proceso.
Otro de los pilares del sistema es la verificación ciudadana, una auditoría en caliente hecha por los electores, miembros de mesa —grupo de ciudadanos elegidos también con un registro y en un sorteo que es auditado— y testigos de los partidos sobre el 54% de las mesas de votación, aun cuando estadísticamente el 3% garantiza la fiabilidad. En esta fase, se cotejan todos los votos de la mesa con las actas de escrutinio y el cuaderno de votación.
Es tal la fortaleza de la plataforma electoral venezolana que en casos de estrecho margen, el resultado del sistema es confiable, auditable y se da a conocer el mismo día del comicio. Ejemplo de ello fue el resultado del referéndum de 2007 para la reforma constitucional, que se decidió a favor de la derecha por una diferencia de 1,41%, unos 124 mil votos; también en las elecciones locales de 2013, el opositor Fredis Rondón, del Partido Primero Justicia, fue electo alcalde del municipio Pueblo Llano, en el estado Mérida, con por una diferencia de ocho votos, sobre el segundo más votado en la localidad, Antonio Santiago, del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Ningún otro sistema electoral del hemisferio alcanza el nivel de auditabilidad y rapidez e irreversibilidad en el anuncio oficial de resultados que garantiza el sistema venezolano. La automatización redujo la incertidumbre, puso fin a un sistema fraudulento y ganó la confianza de los electores, al punto de que la participación ronda el 80% aunque el voto es voluntario.
En la mayor parte del continente se debe esperar por los resultados oficiales un día o varios, incluso hasta mes y medio, como ocurrió en el año 2000 cuando en un cuestionado proceso en el que Al Gore superaba a George W. Bush con una diferencia de 543.895 votos, ganó el candidato republicano favorecido con los "votos electorales" del estado de Florida, gobernado por su hermano.
Tibisay Lucena, presidenta del CNE, destacó en el programa televisivo José Vicente Hoy del el 1° de noviembre pasado, que el sistema electoral venezolano no funciona con "actos de fe". Es un sistema sin resquicios que se creó como instrumento para garantizar que los venezolanos "expresen su voluntad soberana y decidan los destinos del país como les corresponde, sea cuales sean los resultados electorales".