¿En qué medida podrá construirse el socialismo revolucionario y cuáles
serían los mecanismos que lo harán posible algún día? Esta es una
interrogante que pocos revolucionarios se plantean, enfrascados como
están muchos de ellos en una mera lucha político-electoral que apenas
traspasa el umbral de los logros parciales permitidos por los sectores
dominantes dentro de su concepción de poder. Aun así, no escasean los
aportes de otros que tratan de establecer el modo de abordar la
transformación socialista de la sociedad, algo que se intenta tomando
en cuenta las particularidades de cada nación, rompiendo con el
dogmatismo heredado de los academicistas soviéticos que convirtieron
en ley lo que se hizo excepcional durante la revolución bolchevique y
el surgimiento de la URSS. A lo que habría que agregar también el
hecho que muchos de los promotores de la revolución socialista no
supieron asimilar la eclosión de la URSS, cuestión que hizo pensar en
el fracaso de las ideas de Marx, Engels y Lenin, extendiéndose la
impresión entonces que el sistema capitalista es algo natural de la
sociedad humana, inquebrantable e ineludible. Sin embargo, las luchas
populares emprendidas en distintas latitudes del planeta comenzaron
pronto a desmentir tal derrota. En nuestra América, sobre todo en
Venezuela, comenzaron a resurgir con fuerza telúrica los ideales
socialistas tras décadas de sistemática represión, reafirmando su
vigencia en medio de las crisis y contradicciones capitalistas.
Todo ello supone que el actual Estado burgués-representativo -al
servicio de las grandes corporaciones económicas y de las minorías
dominantes- tenga que convertirse en un Estado comunal, orientado por
el ejercicio pleno de la soberanía popular, lo cual plantea la
necesidad insoslayable de cambiar las relaciones de poder,
estableciéndose la condición de gobernar-obedeciendo por parte de
quienes accedan a los diferentes cargos de elección y/o de gobierno.
Pero esto no será todavía suficiente si no se respalda con una solida
formación teórica que potencie la capacidad revolucionaria de nuestros
pueblos, de manera que se impida el enquistamiento de un nuevo
estamento político parasitario, envuelto en la defensa de sus propios
intereses en vez de consolidar las condiciones objetivas que hagan
realidad la revolución socialista. Este Estado comunal, por supuesto,
no puede ni debe repetir los mismos esquemas administrativos del
Estado burgués-liberal que pretende sustituir y eliminar, por cuanto
sería un serio revés para la práctica de la democracia participativa y
protagónica como elemento fundamental de la construcción socialista,
quedando el pueblo tutelado, en consecuencia, por una burocracia
político-partidista, siendo ello una abierta negación del socialismo
revolucionario, tal como ocurriera en la URSS y otros países bajo su
órbita. En este caso, hay que fomentar la constitución de diversidad
de estructuras organizacionales del poder popular, de forma que la
revolución socialista sea internalizada, desarrollada y protagonizada
por todos los sectores sociales, no obstante que se piense que es una
utopía, impracticable e imposible de lograr en este tiempo que
vivimos.
De igual manera debe pensarse respecto a las actuales relaciones de
producción capitalista, las cuales requieren ser modificadas
sustancialmente durante la etapa de transición hacia el socialismo en
lugar de adoptarlas y reforzarlas, disfrazándolas de socialismo. Hace
falta, por tanto, impulsar el control obrero y la economía
autogestionaria como factores de transformación socialista del sistema
capitalista, además de una socialización de la tenencia de la tierra
que tenga por objetivo primordial la satisfacción de las necesidades
alimenticias de las personas sin que ello afecte el delicado
equilibrio del medio ambiente que nos da vida. Esto nos llevaría a
plantearnos un cambio igualmente importante del sistema educativo
vigente, por cuanto éste tiene mucha incidencia en la preparación y el
sistema de valores de los contingentes de profesionales y obreros que
sostienen el capitalismo.
Como conclusión, los revolucionarios debemos comprender que sin un
Estado comunal y una economía autogestionaria, producto de la
participación efectiva y del control directo del pueblo y de los
trabajadores, el socialismo revolucionario estará incompleto, quedando
la perspectiva de ser restituidos el capitalismo y la democracia
representativa como fatalidades que no se supo afrontar.-
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