En este punto de partida, es la comunidad que toma esa iniciación, para ir más allá de un conglomerado de personas que ocupan un determinado espacio físico, que geográficamente se pudiera encontrar bien delimitado, esto puede variar dependiendo el caso. Es volverse un meta-observado, que se propone transgredir lo evidente, adentrarse en esa comunidad que transcendió un conjunto de interacciones socio-políticas, económicas y culturales, donde se están produciendo un cúmulo de relaciones interpersonales, que convergen sobre un sustento que parte de las necesidades que los identifica.
Adquiere una amalgama colectiva, que no se percibe en sus linderos que constituyen su forma de ubicación en el espacio, es decir que existe una especie de alma colectiva que transciende, lo que cualquier peatón o transeúnte, que transversalmente realiza su trayectoria por su territorio no logra captar, es lo intangible, hablamos de tradiciones, historias y anécdotas, que se expresan en una identificación de intereses y sentidos de pertinencia.
Esto requeriría de un desmontaje de esa comprensión cognitiva, de la comunidad, como un simple contenedor, aquel que se a venido constituyéndose solo en un asentamiento poblacional, que con el pasar del tiempo se fue aislando de su conexiones naturales y artificiales, con otras organizaciones mayores.
Tampoco es caer en un cliché de moda, en que si la gestión social del gobierno de turno, se concentra en las comunidades, es porque piensa siempre en comicios venideros, y en tal sentido, la investigación se identifica con una etiqueta de una determinada tendencia política. Si esa es la intención de fondo, creo que este pueblo es muy sabio y sabe cuando lo están engañando, igual pasa con los investigadores del campo social, cuantos son las investigaciones que nos invitan a ir al espacio comunitario, porque se trata de una escala del propio sistema, que nunca le importo, porque lo definía carente de sentido y así no los hizo hacer sentir.
