Amor en Febrero

Agitada entre los beibis white hands, Vanessa va dejando una mezcla de sudor y perfume francés que se difumina en la marchita opositora. Cada vez que da cuatro aplausos y levanta los brazos como aleteos de mariposa, aumenta el rastro etéreo de femineidad que los loquitos de la UCAB no perciben porque solo tienen olfato para el fascismo.

El pana Santiago la ve venir por la avenida. Aunque vestida de negro, le luce resplandeciente. Pero él es así, medio poeta, soñador. Es la segunda vez que la consigue en una marchita escuálida. Se le antoja como un ángel que acompaña un entierro, pues desde la esquina donde está, ve sus caras grises, ropas negras y manos blancas. Cada cráneo, una urna donde yacen el sentido común y la historia patria.

Ella lo mira con sus ojos almendrados, armados de largas y afiladas pestañas que le hieren la calma. La letanía de “no es no” le suena a una evasiva de ella a sus pretensiones de acercársele, sacarla de esa locura incendiaria y decirle: Si vas a prender algo en candela, hazlo con mi corazón.

Esta vez Santiago se decide y saliéndole al paso, le suelta ese pensamiento sin arrogancia y agrega: ¿Qué te parece si caminamos juntos de aquí en adelante?

Vanessa ya no se agita. La envuelve una nueva sensación de paz y mientras la marchita se aleja por las veredas del odio, se le desvanecen las negativas y le contesta: ¡Si!

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Al filo de la medianoche, los cuatro fantásticos están haciendo planes para aterrorizar al país. La desesperación ha llevado a Alberto Federico a “publicar” una lista de víctimas del 4F, pero el repudio popular hacia esta bajeza, lo tiene de mal humor. Luisito Planas, entretenido, se hurga los oídos con un bolígrafo mientras observa la colección fotográfica de periodistas de medios comunitarios en su celular.

El beato Borges garabatea querubines en un block, al tiempo que trata de unirse distraídamente el pelo de las patillas con el de las cejas. En un sofá, en el quinto sueño y con un hilillo de saliva que le baja hasta el cuello, Omar Barboza balbucea: La concha…la concha.

Ya no les da más el cerebro, han inventado de todo para acabar con el régimen y nada. Han llevado el odio hasta límites desconocidos para la población pero siempre pasa algo que desbarata sus maquinaciones. Sienten la rabia viva en sus pechos, pero exhaustos van cayendo uno a uno en los brazos de Morfeo.

De pronto, un carajito casi en pelotas dando brincos de mueble en mueble, los despabila:

* ¿Quién eres tú, coñito?
* Soy Cupido.
* ¡Si, Luís! ¿Y que vas a hacer, tirarnos flechas?
* ¡No panita! Águila no caza moscas. Vine a decirles que pierden su tiempo porque estamos en el mes del Amor.
* ¿Y por qué no vas y les lanzas flechas a las hordas chavistas? Esos bichos nos odian.
* ¡Ja, ja! Ustedes nunca aprenderán. Esas “hordas” me proveen de las más poderosas saetas de amor que jamás haya lanzado.

Y diciendo eso, salió raudo por una ventana.

- ¿Le tomaste foto, Luisito?

- No, me quedé sin pilas…pero como que tenía una verruguita en la frente.

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Dos panas se encuentran de repente:

* ¡Epale, Rafa! ¿Qué dice ese galán frustrado?
* ¡Nooo Ramón, Yo ahora no corro en ese lote!
* ¿Si, que pasó? ¡No me digas que por fin coronaste a Keyla!
* ¡Claro, mi pana! Este que tu ves aquí es el prometido de la Señorita Keyla del Valle Salazar Ruiz.
* ¡Más nada! Pero dime algo ¿Cómo hiciste? Porque a usted no le paraban ni brisita. Esa chama estaba más dura que sancocho e´pato y usted de Tenorio tiene lo que yo de astronauta.
* Bueno, mi pana, primero andaba mal porque esa chama me dio en la torre. Pero antier leyendo las líneas del Comandante se me prendió el bombillo.
* ¡No jodás, Rafa! Barajéamelo con calma que no entendí nada.
* Mira panita, el Comandante habló del Doble Ataque Blindado y yo me dije: Esa es la estrategia que le voy a aplicar. Le compré un ramo de rosas con una dedicatoria que me salió del alma y se lo llevé. Apenas vi que le gustó, le dije que el brillo de sus ojos era más que suficiente para mí. Eso la dejó grave.
* ¡Mi pana, usted se botó!
* ¡Aja! Pero ese fue el primer ataque. Luego me le aparecí con tremenda serenata en la noche. ¿Qué tal? Y en lo que se asomó con esa emoción, no la dejé ni respirar y le pregunté. ¿Entonces negrita, si o si? Y lo que salió por esa boquita fue: ¡Si, Rafa, si va! ¿Cómo la ves ahora, mi pana?
* Yo lo veo a usted bien enamorado…
* Es más que amor, mi pana, es frenesí.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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