Para evitar la desviación y la debacle del proyecto revolucionario bolivariano en Venezuela se hace imperativo que los sectores populares revolucionarios retomen los ideales de transformación y de justicia social que lo inspiraron, asumiendo una posición de verdadera insurgencia popular que contribuye al logro y a la profundización de los diversos cambios que se derivarían de la implementación verdadera del socialismo. Sin embargo, observamos un triunfalismo entre algunos de los personeros del chavismo que roza la prepotencia y el sectarismo partidario más absolutos, sin permitirse admitir la existencia y los aportes de otras organizaciones sociales y partidistas que respaldan dicho proyecto en nombre del socialismo. Esto último está creando un profundo abismo entre todas estos factores políticos y sociales, alimentado por quienes detentan cargos de elección popular que ven en los mismos una grave amenaza para sus intereses particulares y grupales, llegando al colmo de acusarlos públicamente de estar alineados con los grupos de la oposición. Por ello mismo, es vital que se comiencen a generar los mecanismos de participación y de protagonismo que, a su vez, le darán sustentabilidad al poder popular como instrumento revolucionario directamente ejercido por el pueblo para alcanzar el cambio estructural, la liberación nacional y el bien común en contrapartida al capitalismo y sus fórmulas políticas tradicionales, tan bien alabados por el imperialismo gringo.
Pero ello no podrá conseguirse únicamente por la vía electoral, a pesar de los resultados aparentemente favorables obtenidos tanto en Venezuela como en otras naciones de nuestra América, por nombrar algunos casos similares, para emprender algunos cambios fundamentales. Hace falta que éstos vayan acompañados de esa reacción consciente de los sectores populares en contra de los esquemas dominantes del pasado, enarbolando decididamente la bandera del socialismo y comprendiendo que deben demolerse por completo las estructuras políticas, económicas, sociales, militares y culturales sobre las cuales se asentara el predominio de las clases dominantes, ya que las mismas podrían reproducirse inconscientemente, dando por terminada la incipiente experiencia revolucionaria. De ahí que descartamos el escenario electoral como un mecanismo fiable para asegurarle al pueblo venezolano la posibilidad por que existan las condiciones objetivas y subjetivas que le abran cauces a la revolución socialista que está planteada ahora en Venezuela, sobre todo en tomando en cuenta las ambiciones personales y el sectarismo político que han privado por encima de la construcción del poder popular y del cambio estructural, cediéndose mucho espacio e influencia al reformismo, lo que condenaría lo logrado hasta la fecha al mismo nivel de cuando Hugo Chávez accediera al poder por primera vez, al derrotarse a los partidos tradicionales.
Sin la debida comprensión de la necesidad de rescatar los valores esenciales que dieron origen a la idea de un proceso revolucionario socialista en Venezuela, haciendo posible las expectativas populares por disfrutar de un régimen de auténtica democracia participativa y protagónica, además de las diversas reivindicaciones socio-económicas ignoradas por los burócratas de las instituciones públicas; se hará difícil continuar de ello sin caer en evidentes contradicciones. En este sentido, el combate de todos los revolucionarios tendría que entablarse en tres niveles simultáneos: uno, enfrentando las agresiones y las pretensiones del imperialismo yanqui y de sus aliados por interrumpir cualquier tentativa del pueblo por emanciparse realmente de su yugo e influencia; dos, resistiendo y derrotando los diferentes planes desestabilizadores orquestados por la oposición fascista y lacaya, y tres, desenmascarando al sector de derecha que, proclamándose chavista y revolucionaria, busca perpetuarse en el poder, manteniendo un férreo control de gobernaciones, alcaldías y demás instancias de gobierno, sin permitir en ningún momento una participación efectiva del pueblo en la toma de decisiones y, muy especialmente, en las tareas que deben desembocar en la implantación del socialismo en todo rincón del país. Por eso mismo, el futuro del proyecto revolucionario bolivariano -considerándose socialista y revolucionario, no obstante sus graves y notorias deficiencias y contradicciones- dependerá en mucho de la movilización, de la organización y de la toma de conciencia de los sectores populares por concretarlo y acentuarlo, más que de la “buena voluntad” de quienes, por ahora, controlan el poder en su representación, regentados por paradigmas que no se ajustan a lo que sería verdaderamente el socialismo, tanto en Venezuela como en cualquier latitud del mundo.-