El apagón de Tovar

El jueves 22 de abril a las 2 p.m. se produjo el apagón que por cinco días mantuvo sin alumbrado y fuerza eléctrica a las poblaciones de Bailadores, La Playa, San Francisco, Tovar, El Peñón, El Amparo, San Pedro, Zea y zonas campesinas. Aproximadamente unos cien mil habitantes. Causa: el daño del transformador de 20 Mega kilovatios de la estación de transformación de Tovar.

Días antes, domingo 18 de abril, sobre el casco urbano de Tovar estalló, al unísono (rayo, relámpago y trueno), una carga eléctrica que debe haber caído sobre la red primaria de transmisión de energía y, como sucede en estos casos, ha debido causar daños en la estación de transformación, daños que tres días después se hicieron evidentes en la avería del transformador de 20 Mkw. Hipótesis no descartable por cuanto es éste un hecho frecuente en las redes eléctricas, las cuales, aun cuando están protegidas con pararrayos, el voltaje que descarga la nube –como en el caso descrito - es de tal intensidad, que satura los pararrayos. Este apagón, unido a los apagones programados por causa de la sequía que ha azotado el territorio nacional e hizo descender el nivel de las represas que mueven las hidroeléctricas, aumentó la incertidumbre en la población del Valle del Mocotíes..

Pero hay un aspecto diferente que también interviene en los apagones, el abandono en que se encuentra la red eléctrica nacional. El 15 de abril viaje a San Fernando de Apure al sepelio de un hermano y durante todo el trayecto de ida y de regreso observé las redes eléctricas que cruzan valles y callejones, ascienden y descienden las montañas andinas o paralelas a las vías se internan en la inmensidad de la llanura. Torres y postes que sostienen los cables cruzan zonas de bosques sin que el área o franja que ocupan, reciba el mantenimiento debido: limpieza de matorrales y árboles que crecen en las inmediaciones. Entre Achaguas y Mantecal están construyendo una red primaria y se puede observar, como, en lugar de cortar los árboles de raíz y limpiar la franja de suelo sobre la cual va a pasar la red eléctrica, perforan un hueco (túnel) entre las ramas (samán, ceiba, otros), y por ahí introducen los cables. Movidas por el viento, las ramas rozan los cables y producen descargas a tierra que ocasionan circuitos en la red, desconectan las cuchillas, queman los fusibles y se producen los apagones. Además del peligro de electrocución de algún vecino que toque el tronco del árbol ubicado en la franja o área de la red eléctrica.

La situación económica en Cadafe (ahora Corpoelec), parece precaria. Hace un par de años pedí la instalación del servicio para una vivienda. No tenían cable para la acometida ni contador de electricidad. Con unos metros de cable usado instalaron el servicio y quedó sin contador. En la zona donde habito (El Corozo), desde hacía años el voltaje era muy bajo (dos fases con 93 voltios y otra con 123, total desequilibrio de fases). Ante el reclamo constante de los vecinos, se acordó separar el sector y montar un nuevo banco de transformación. Para adquirir los postes y los tres transformadores de 15 KW cada uno, aportaron los vecinos con posibilidades económicas, mil Bs.F. por casa. Gustosos lo hicimos para salvar los motores de las neveras, las computadoras, las lavadoras, los televisores, los motores que surten el agua y, al menos, para que enciendan los fluorescentes. Esperamos que, con el socialismo, se superen estas herencias dañinas del capitalismo que perturban el bienestar ciudadano.

leonmoraria@cantv.net


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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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