Elina tiene 76 años, viuda hace escasos seis meses, lucha por mantener en dos hectáreas, el conuco, sus tres becerros y 60 gallinas de patio en el caserío de la Montaña de Tocópero.
Elina limpia semanal el gallinero, le coloca cal, y lo forra con ‘nim’ (le han dicho que es una planta repelente). Agrega limón, sábila y unas gotas de kerosene al agua pa’ evitar se enfermen. Pero la ‘peste’ no entiende de cuidados, luchas ni de sueños. Llegó, y el primer día mató cuatro gallinas, el segundo, siete, el tercer día, once, y así, hasta que vació el gallinero.
Elina, no encontró quien la asistiera: El Consejo Comunal no tuvo idea de qué hacer. El Ciara cerró el módulo por falta de presupuesto (pa’ que Usted vea como son las cosas en este país petrolero). Se cansó de llamar al Insai, nadie respondió. El MPAT, indicó que debían llevarles las gallinas pa’ hacer pruebas y en unos 15 días le darían respuesta. El veterinario cobraba 300 Bs. (mucha plata –dijo Elina). La agropecuaria, cobraba lo mismo, y no quiso que le llevaran las gallinas hasta el pueblo porque ellos tenían que venir a inspeccionar. Entonces le ‘recetaron’ un polvo e inyecciones, -a ver si la pegaban-. La ‘Asociación’ (de ganaderos) sólo atiende a sus miembros. Su amigo Mateo le dijo: “No se puede hacer nada, ahora el clima es diferente, salen enfermedades raras. A mí, dos becerros con todas sus vacunas, se inflaron y murieron. El veterinario se llevó la sangre pa’ estudiarla porque nunca había visto éso”.
Elina, sentada
se quedó viendo pa’ ninguna parte cuando leyó en un libro de Roberto
Juarroz que dejó su hija: “Voy alargar caminos de caricia, con
algo de dulzura entre los dientes/ y un garabato tibio en los cabellos,
para que el poco sueño que aún nos queda/ no se nos caiga”.
Con pesado cansancio se levantó, y pensó: voy a desinfectar
el gallinero pa’ esperar la cuarentena. Después iré donde Beltrán
a buscar gallinas criollas, y un buen gallo pa’ comenzar de nuevo…
*Tocópero, Estado Falcón, Venezuela.
Correo: polando.delia@yahoo.es
