De lo que hablamos, es el denominado poder obedencial, o mandar obedeciendo. Mandar obedeciendo no es seguir ciegamente a un líder ni muchos menos. Esto lo aclaro, pues en estos días un connotado político en la región lo asumió así, demostrando el desconocimiento sobre la filosofía de la liberación de Dussel. Mandar obedeciendo, se traduce en una potestas, no derivada de la fuerza como instrumento legitimador. Es una potestas surgida de la deliberación, del debate de la discusión, que conlleva no necesariamente estar de acuerdo, pero que implica tolerancia y capacidad de debatir. En este plano, asumimos la política como el largo ejercicio -contradictorio muchas veces- entre el uso debido o corrompido de la potestas. Me explico aún más. Sí el poder no es dominación, la democracia no es subordinación.
Sí el poder es acción colectiva, la democracia es el vehículo para encausar la acción colectiva – sea coincidente o divergente- en el espacio público-institucional. El triunfo electoral no presupone el ejercicio del poder, como mandar-mandando. Es decir, ganar el ejercicio democrático del poder político-institucional, no debe traducirse en hacer – en nombre de ese poder transferido- acciones que contradigan los pareceres colectivos del (los) sujeto (s). Entre democracia obedencial y democracia liberal, existe la distancia de la concepción – y la práctica- del poder.
Democracia obedencial no significa sumisión ciega, se traduce en debate continuo, en revolución permanente en el sentido expresado por León Trosky (La revolución permanente, 1932). Se traduce sí se prefiere en el concepto de construcción de Bloque Histórico de Antonio Gramsci, es decir como acción colectiva donde se incorporan – y convencen deliberativamente hablando- a los sectores sociales diversos, surgidos de la división social del trabajo (poseedores o no de medios de producción). Democracia obedencial es lo que queremos construir y eso implica presencia, criterio, autonomía, pero no en la expresión liberal que llega a plantear que el individuo alcance su máximo como persona en detrimento de su condición colectiva. No se trata de eso. Se trata de crecer en la condición colectiva como un ejercicio de suma de voluntades individuales, tal como lo planteó hace muchos siglos Juan Jacobo Rousseau. La democracia obedencial es una opción en este proceso que viviremos los maracaiberos en diciembre próximo.
Se trata de escoger entre una opción que impulsa un modelo de discusión, tal como se plantea en la candidatura de Gian Carlo Di Martino, quién con sus aciertos y errores de su gestión en la Alcaldía (2000-2008) aprendió que las comunidades, aunque no hayan leído a Dussel y su maravilloso texto (20 tesis de Política) entienden que son la fuente de la potestas como ejercicio de poder democrático y quienes creen en el poder como delegación autoritaria. Creo que Gian Carlo y el equipo que lo acompaña (Arias Cárdenas, Rafael Colmenares, Rodrigo Cabezas, Carlos Martínez , entre otros) así como el propio presidente Chávez, deben estar conscientes del impacto que tiene para el mundo político construir un poder obedencial. Es decir, avanzar en un modelo de articulación basado en la prudencia (frónesis en griego). ¿De dónde surge la prudencia? ¿Del parecer individual del líder? No, nunca nada surgido del liderazgo individual es una forma de prudencia. Por eso, las dificultades en construir esta democracia obedencial. Nos toca confrontarnos con quienes impulsando el modelo liberal creen que la democracia es ejercicio de elites. En esta contienda del 5 de diciembre, hay candidatos que señalan que actuaran obedeciendo lineamientos de larga distancia. Eso no es más que poder y democracia bajo la óptica de mandar-mandando.
No
hay ejercicio democrático en quién reconoce que no vinculara sus acciones
con quienes están en la comunidad política, sino que su desenvolvimiento
estará designado por mandatos surgidos de una potestas (autoritaria)
que se ejerce en la distancia del campo político público, COMO QUIÉN
CONTROLA UN MUÑECO. Quienes afirman que ejercerán el poder de la Alcaldía
siguiendo recomendaciones de líderes exiliados, quienes no fueron capaces
de defender con su presencia lo que decían representar – tal como
lo hizo Venancio Pulgar en el Zulia del siglo XIX- no hacen sino reconocer
sus limitaciones en la construcción de un modelo de democracia, cuya
legitimidad no esté en la distancia, sino en el diálogo cercano con
cada miembro de su comunidad. Tenemos para escoger¡¡ hay que hacerlo
bien¡¡
(*) Dr.
Historiador
22/11/2010