Quienes serán candidatos en nombre del Presidente Hugo Chávez y del proceso revolucionario bolivariano (aún en funciones de gobierno) ahora más que nunca estarán obligados a propiciar cambios sustantivos en sus respectivas gestiones, de modo que no se defraude esa fe popular manifestada a través del voto este 7 de octubre. Así, cada uno de ellos, lo mismo que las organizaciones partidistas del chavismo, debe contribuir efectivamente a la organización y a la formación teórica del poder popular, haciendo irreversible la marcha hacia el socialismo revolucionario, siendo parte de uno de los objetivos históricos dados a conocer por Chávez durante su reciente campaña electoral. En conformidad con este propósito revolucionario, es preciso generar cuanto antes un debate de altura respecto a lo que sería la nueva etapa del proceso bolivariano que se inicia con la reelección del Presidente Chávez y no confiarse nada más que en el acompañamiento pasivo de la población chavista. Con esto se podrían adelantar acciones tendentes a asegurar mejores niveles de conciencia política e ideológica de las bases chavistas, velando por lograr la efectividad y la transparencia de la gestión gubernamental y, por añadidura, la transformación del modelo de Estado burgués actual, convirtiéndolo en un Estado comunal de características realmente socialistas.
Se hace necesario, por tanto, no seguir atrapados en el círculo vicioso del sectarismo y el clientelismo político heredado del puntofijismo, algo que ha impedido sobremanera la independencia y un mayor avance de los sectores populares organizados en el ejercicio de la democracia participativa y la contraloría social. Lo mismo vale respecto a la prepotencia con que actúan muchos funcionarios públicos “revolucionarios”, desdeñando la participación y el protagonismo del poder popular, cuestión ésta que debe ser combatida en todo momento, puesto que -de continuar- hará dificultoso mantener en el futuro esa empatía lograda hasta ahora por Chávez con el pueblo venezolano, reflejada en esta última elección presidencial y en los demás procesos electorales realizados. Éste sería el momento oportuno para iniciar esa depuración necesaria del proceso bolivariano, contando con el apoyo de los sectores populares que reclaman eficiencia y efectividad de sus actuales gobernantes.
No se debe obviar que la madurez política del pueblo le ha permitido diferenciar la gestión de Chávez de aquellas que vendrían cumpliendo gobernadores y alcaldes, por lo que no sería sensato pensar que los votos del Presidente se endosarían automáticamente a cualquier candidato chavista, lo que exige mayor inteligencia de parte de los partidos políticos aliados, incluyendo al PSUV, para no permitirle a la oposición la conquista de espacios en las siguientes elecciones a través de una designación candidatural basada en simpatías o compromisos particulares. Aunque el tiempo sea relativamente muy corto para una reflexión más profunda al respecto, se podría iniciar diálogos abiertos con todas las fuerzas políticas y sociales que respaldan el proceso revolucionario bolivariano, conformándose mesas de trabajo puntuales que permitan visualizar las herramientas y las medidas a adoptar para que exista una compenetración real y permanente a nivel gubernamental con las organizaciones populares. Con ello en mente, podría hacerse realidad una plataforma unitaria revolucionaria basada en acciones y propuestas viables más que en acuerdos cupulares partidistas que, muchas veces, secuestran la participación de las bases, algo que debiera desterrarse a partir del momento en que la voluntad popular ratificara a Hugo Chávez en la presidencia de la república para el período 2013-2019.-
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